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Dice la Palabra del Señor en 2 Corintios 1 (8-11): 8 Porque no queremos que ignoréis, hermanos, acerca
de nuestra aflicción sufrida en Asia, porque fuimos abrumados
sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, de modo
que hasta perdimos la esperanza de salir con vida. Biblia de las Américas. La Biblia no nos indica aquí, a cual de las tribulaciones -a las que debió hacer frente el Apóstol Pablo durante su ministerio-, se refiere en este caso, al escribir a los hermanos de Corinto. Hay varias especulaciones de los eruditos bíblicos, pero dos cosas son ciertas: A) Aunque no se nos dice exactamente a que situación alude el Apóstol, se trataba -sin duda- de una situación que podríamos llamar ''terminal'': Pablo -concretamente- llegó al punto de perder la esperanza de conservar la vida. B) El ministerio de Pablo es una verdadera sucesión de dramáticas circunstancias, de luchas, conflictos, y pruebas. En medio de toda esa adversidad el Apóstol arde de pasión al cumplir la tarea que le ha sido encomendada desde lo alto: Predicar a Cristo Jesús. Todas estas tribulaciones y angustias tienen poco que ver con el "evangelio" que muchos presentan hoy día: un mensaje que pasa por alto la prueba, facilista y que en términos prácticos niega la cruz. He escuchado a cristianos sostener que un "verdadero
cristiano" no podría nunca estar preso o enfermo
o ser pobre. Lo mismo aconteció en toda la historia de la salvación con los profetas y los hombres fieles a Dios (Ver Hebreos 11:36-40) y luego de la victoria de Cristo y su resurrección, con aquellos cristianos comprometidos que -pese a toda circunstancia- han permanecido para testimonio al mundo, menospreciando sus vidas hasta la muerte (Apocalipsis 12:11) De todo ello, la vida del Apóstol Pablo es un claro ejemplo. Escuché a Luis Palau contar acerca de un obispo que reflexionaba diciendo "yo no se porqué cada vez que Pablo llegaba a una ciudad había una revolución y cuando yo voy a algún sitio -se decía el obispo- sirven una taza de té" La pregunta que se impone es: ¿Qué está
sucediendo con nuestro testimonio y nuestro ministerio? Pablo - en el pasaje del cual nos estamos ocupando- dice que
fueron "abrumados mas allá de sus fuerzas". 1) Las pruebas nos enseñan a no depender de nosotros mismos sino de Dios. Esta es una primera y gran lección: no hay poder alguno perdurable en nosotros mismos, el poder es sólo del Señor. Solo en Él podemos confiar y Él permanece fiel. Alabamos al Señor diciendo:
¡Que maravilla; Solo en Él hay esperanza y Él es fiel por los siglos de los siglos! ¡El es centro de toda nuestra adoración! ¡El Señor nuestro Dios debe ser entronado en medio de su pueblo! Es del Señor de quien debemos aprender a depender en
todo momento. Al aprender a depender de Dios aprendemos el valor de la oración.
Pablo dice que cuenta con las oraciones de sus hermanos: ¡conoce
el valor de la intercesión! (v.11) . Quien ha aprendido el valor inestimable de depender del Señor
en toda circunstancia ha aprendido también el valor de
la oración. Igual ocurrió con Moisés y con sus esfuerzos
humanos de liberación. Con el fracaso absoluto de sus
planes comenzó a funcionar la escuela, el "seminario"de
Dios, el cual incluye el desierto y la prueba. Lección en el camino. Recuerdo en una oportunidad, a principios de la década de los ochenta, cuando luego de tres semanas de predicar en el Paraguay regresábamos desde ese país a la Argentina, junto a mi cuñado Ricardo Pugliese. Por un error en los horarios, los hermanos que nos acercaron
a la frontera donde debíamos tomar un autobús, Cuando nos dimos cuenta de lo sucedido comenzamos a pensar
en nuestra situación: estábamos solos, era de noche,
cargados de mucho equipaje, con poco dinero, y el aeropuerto
estaba a 180 Km. de una ruta totalmente desierta. Para colmo
no teníamos dinero suficiente para comprar otros boletos
si perdíamos el avión. Amaneció, se hicieron las siete, las ocho de la mañana y nadie aparecía. A veces nos parecía que veíamos un automóvil... pero eran nuestros deseos o movimientos lejanos que no llegaban hasta donde nosotros estábamos. Nos alentábamos mutuamente. Alrededor de las 8:30 apareció un pequeño camión
destartalado. Alrededor de 9:45 recostado sobre el equipaje a la vera del camino comencé a decirle a mi cuñado: "Ricardo... no entiendo bien porqué sucede esto o que lección nos quiere enseñar el Señor, hemos estado predicando, hemos orado para que el Señor envíe alguien que nos lleve y nadie ha llegado... no entiendo pero El tiene un propósito y si debemos perder el avión... que lo perdamos, no tenemos dinero pero el Señor proveerá; ¡Que sea hecha Su voluntad!. Terminé de hablar a eso de 9:50 cuando, de pronto una mancha azul se agigantaba en el horizonte. Una camioneta japonesa se acercaba, como un relámpago, a toda velocidad. Tanta que al ver nuestras señas y pedidos, frenó y se detuvo ¡casi 100 metros mas adelante de donde nosotros estabamos! ¡Era la respuesta del Señor! dijimos... Nos preguntó: ¿adónde van? ; - Al aeropuerto, a tomar el avión de las 11 a Buenos Aires, respondimos. - Yo también (dijo el hombre de la camioneta) No nos permitió subir en la parte delantera con él, a pesar de que él viajaba sólo. Nos hizo ubicar en la parte de atrás del vehículo (la caja), la cual era totalmente abierta con sólo unos barrotes para sostenerse. Cuando arrancó, al ver la velocidad con que conducía
pensamos que perderíamos el equipaje (por la hora y la
distancia no creíamos que llegaríamos a tomar el
avión), unos minutos después casi perdíamos
la esperanza de conservar la vida, pensando que saldríamos
despedidos en el próximo pozo. Perdimos noción de la hora, los kilómetros...
y nos decíamos: ¡El Señor nos ha respondido...
pero de que manera! Porque quien manejaba no parecía estar
en su sano juicio. Durante el vuelo empezamos a tomar conciencia: habíamos
llegado a tiempo a tomar el avión, nada de nuestro equipaje
se había perdido o dañado, el Señor nos
había protegido en todo momento. En segundo lugar: 2) Las pruebas nos revelan el carácter y el corazón de Dios: su grandeza, su soberanía y su amor inefable. Veamos en el libro del profeta Daniel, en el Capítulo 3 (1-6) 1 El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura
era de sesenta codos y su anchura de seis codos; la levantó
en el llano de Dura, en la provincia de Babilonia. Biblia de las Américas Todos los sucesos en la vida de Daniel y sus compañeros
en el cautiverio en Babilonia deben analizarse a la luz del compromiso
de estos muchachos con Dios: ellos resolvieron no contaminarse
y actuaron en consecuencia. Llenos de ídolos buscan uno nuevo, esa es la realidad de todo lo que pretende reemplazar a Dios: nunca satisface. La Biblia dice que la idolatría es vanidad (Jeremías 18:15). Esto se ve claro en aquellas personas que hacen un ídolo
del dinero. Alguien contó que una vez le preguntaron al
hombre más rico del mundo: ¿Cuánto dinero
es necesario para ser feliz? Y el hombre respondió: "solo
un poco más del que yo tengo". Volvamos a los compañeros de Daniel: hay un edicto,
y quedan solo dos caminos, solo dos opciones: la adoración
idolátrica o la obediencia al Señor y su inevitable
consecuencia: el horno de fuego. Dios nos lleva a definirnos, a comprometernos con Él,
a confrontar las tinieblas, a renunciar al pecado y a no ser
parte de las abominaciones de los paganos. ¡No hay tal
cosa como un camino intermedio!. Ante esa decisión, el enemigo, quien acusa a los hijos de Dios usa una serie de personas para denunciarlos ante el Rey y Dios usa soberanamente la situación para que la fidelidad a Dios de estos muchachos sea demostrada al rey Nabucodonosor y a toda una nación. El rey llama a comparecer a estos muchachos (Daniel 3:14-25),
y les da otra oportunidad y les ofrece "anestesiarlos"
con música. Un joven -no cristiano- que asistía regularmente a
recitales de rock me dijo una vez: "No sé que me
pasa. Pero cuando salgo de los recitales literalmente rompería
y destruiría todo...". La pregunta de Nabucodonosor se parece a la que Faraón
hizo a Moisés cuando dijo ¿quién es Jehová
para que yo deje salir al pueblo?. La tarea de estos muchachos como la de todo cristiano no es
defender a Dios o argumentar a su favor, nuestro verdadero desafío
es permanecer fieles: El Señor se encargará de
sus enemigos, el Señor peleará por nosotros y nosotros
estaremos tranquilos (Exodo 14:14). Porque de Él es la
batalla (2 Corintios 20:15). Si somos fieles, muertos o vivos, es indiferente: nada nos
separará del Amor de Dios. En su regazo podemos descansar
confiados. Somos llamados a creerle a Dios y a ser valientes. No hay
lugar para la cobardía ni para la incredulidad en el pueblo
de Dios. Cuando ellos le dijeron el rey "no serviremos a tus dioses
ni adoraremos la estatua", éste se llenó de
ira e hizo calentar el horno siete veces mas que lo habitual,
un fuego impetuoso (Hebreos 11) y ordenó que Sadrac, Mesac
y Abed Nego atados por completo fueran echados en el horno de
fuego ardiente. Cuando el rey Nabucodonosor (el mismo que había dicho ¿qué dios podrá librarlos?) miró dentro del horno, vio dos cosas que lo sobrecogieron: a) Aunque habían echado a tres hombres, él ahora veía cuatro. b) Los que habían sido echados atados estaban ahora
en medio del fuego, sueltos y sin sufrir ningún daño.
¿Quién es el cuarto en el horno? En la hora de la prueba, en el horno de fuego allí está Cristo Jesús, el Hijo de Dios. El Señor está con sus hijos aún en la
hora mas dura, trastornando los planes del enemigo. ¡El Señor había confrontado los dioses
de los caldeos, el fuego que los paganos adoraban y su victoria
era absoluta y evidente!. ¡En medio de la prueba, el dolor, la angustia y el abandono
de los hombres Cristo Jesús, Señor de todas las
cosas está con cada cristiano fiel!. El Apóstol Pablo, de quien comenzamos ocupándonos, nos dice que no alcanza con que nos acerquemos a buscar la bendición, que hay una meta mayor y sublime. "Hijitos -nos dice- sufro por ustedes como con dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes". (Gálatas 4:19). Nosotros decimos: ¡Sosténnos Señor por el poder sobrenatural de tu Espíritu, danos victoria en las pruebas que has preparado para que Cristo sea formado en nosotros!. |