- EL DIA DE LA EXPIACION
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- «Pero en la segunda parte [del tabernáculo],sólo
[entraba] el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre,
la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia
del pueblo... Pero estando ya presente Cristo, como sumo sacerdote
de los bienes venideros...,por medio de su propia sangre, entró
una vez para siempre en el santuario, habiendo obtenido eterna
redención» (Hebreos 9:7,11,12.)
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- La enseñanza de la Escritura acerca del Día
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- Al repasar rápidamente las ordenanzas divinas acerca
de este día, encontramos que sólo aquel día
en todo el año se permitía al sumo sacerdote entrar
en el lugar santísimo, y ello revestido de un vestido
blanco peculiar, que difería del de los sacerdotes ordinarios
en que su cinto era también blanco, y no con los colores
del Templo, mientras que la mitra del lino que llevaba aquel
día era de la misma forma, pero no de los mismos materiales
que la mitra que llevaba generalmente.
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- El simple blanco vestido, en distinción a los «vestidos
dorados» que generalmente llevaba, señalaba al hecho
de que aquel día el sumo sacerdote aparecía no
«como el novio de Jehová», sino portando en
su función oficial el emblema de aquella perfecta pureza
que se buscaba en las expiaciones de aquel día.
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- Así, en las profecías de Zacarías la
remoción de las «Vestiduras sucias» y su revestimiento
con «ropa de gala» denotaban simbólicamente
que «hago pasar de ti tu pecado». De manera similar,
los que están de pie más cerca de Dios son siempre
descritos como vestidos «de blanco». Y, debido a
que éstos eran enfáticamente «los vestidos
santos», «por ello» el sumo sacerdote tenía
que «lavar su cuerpo con agua, y entonces vestirse con
ellos», esto es, no debía simplemente lavarse las
manos y los pies, como antes de los servicios normales, sino
bañar todo su cuerpo.
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- Números 29:7-11
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- Por Números 29:7-11 vemos que las ofrendas del Día
de la Expiación eran realmente triples: «el holocausto
continuo», este es, los sacrificios diarios de la mañana
y de la tarde, con sus obligaciones y libaciones; los sacrificios
festivos del día, que consistían, para el sumo
sacerdote y el sacerdocio, en «un carnero para el holocausto»,
y para el pueblo un becerro joven, un carnero y siete corderos
del primer año (con sus obligaciones) para holocausto,
y en un macho cabrío como sacrificios por el pecado; y,
en tercer lugar, y principalmente, los peculiares sacrificios
expiatorios del día, que eran un becerro joven como ofrenda
para expiación por el sumo sacerdote, su casa, y los hijos
de Aarón, y otra ofrenda para expiación por el
pueblo, que consistía en dos machos cabríos, uno
de los cuales debía ser inmolado, Y su sangre rociada,
según lo prescrito, mientras que el otro debía
ser enviado lejos al desierto, llevando «todas las iniquidades
de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados»
que habían sido confesados «sobre él»,
y puestas sobre él por el sumo sacerdote.
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- Antes de seguir adelante, señalaremos lo siguiente
en cuanto al orden de estos sacrificios; primero, el sacrificio
matutino ordinario; luego, los sacrificios expiatorios (un becerro,
y uno de los dos machos cabríos, siendo el otro el llamado
macho cabrío de escape); luego los holocaustos festivos
de los sacerdotes y del pueblo; y con ellos otra ofrenda por
el pecado; y, finalmente el ordinario sacrificio vespertino,
totalizado, como lo observa Maimónides, quince animales
sacrificiales. Según la tradición judía,
todos los sacrificios de aquel día eran llevados a cabo
por el mismo sumo sacerdote, naturalmente con la ayuda de otros,
para cuyo propósito se decía que se empleaban más
de 500 sacerdotes.
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- Naturalmente, si el Día de la Expiación caía
en sábado, además de todos éstos se tenían
que ofrecer también los sacrificios ordinarios del sábado.
- Sobre un principio previamente explicado, el sumo sacerdote
compraba con sus propios fondos el sacrificio ofrecido por él
mismo y por su causa, pero el cuerpo sacerdotal contribuía,
a fin de tener ellos parte en la ofrenda, mientras que los sacrificios
públicos por todo el pueblo eran pagados por la tesorería
del Templo.
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- Sólo mientras oficiaba en los servicios claramente
expiatorios del día llevaba el sumo sacerdote sus«vestidos
de lino»; en todos los otros se vestía con sus «vestiduras
doradas». Esto le hacía necesario cambiar frecuentemente
de vestido,y antes de cada sacrificio se bañaba todo el
cuerpo. todo esto se entenderá mejor con un relato más
detallado del orden del servicio, tal como se da en las Escrituras
y por la tradición.
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- Los deberes del sumo sacerdote
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- Siete días antes del Día de la Expiación
el sumo sacerdote salía de su propia casa en Jerusalén,
y pasaba a residir en sus cámaras en el Templo. Se designaba
un sustituto para él, en caso de que muriera y que quedara
levíticamente incapacitado para sus deberes. La puntillosidad
rabínica iba tan lejos como para hacerlo rociar dos veces
cenizas de la vaca alazana, en el tercer día y en el séptimo
de su semana de separación, en caso de que, sin saberlo,
se hubiera contaminado con un cuerpo muerto. También durante
toda aquella semana tenía que practicar los varios ritos
sacerdotales, como el rociamiento con la sangre, la combustión
del incienso, encender la lámpara, el ofrecimiento del
sacrificio diario, etc. Porque, como ya hemos dicho antes, todos
los servicios de aquel día le tocaban al sumo sacerdote,
y no debía cometer error alguno. Algunos de los ancianos
del sanedrín eran designados para cuidarse de que el sumo
sacerdote comprendiera totalmente y conociera el significado
del servicio, y, en caso negativo, debía instruirle acerca
de él. En la víspera del Día de la Expiación
se ponía ante ellos varios sacrificios, y no podía
haber nada que le fuera extraño acerca de los servicios
del día siguiente. Finalmente, lo vinculaban con un solemne
juramento a no cambiar nada en los ritos del día. Esto
se debía al temor del concepto saducéo de que el
incienso debía ser encendido antes de que el sumo sacerdote
entrara realmente en el lugar santísimo, mientras que
los fariseos mantenían que esto sólo debía
ser hecho dentro del lugar santísimo. La
- comida vespertina del sumo sacerdote antes del gran día
debía ser parca.
- Durante toda la noche debía estar oyendo y exponiendo
las Sagradas Escrituras, ocuparse en otras cosas, para no dormirse.
A medianoche se echaban las suertes para quitar las cenizas y
preparar el altar, y para distinguir el Día de la expiación
de todos los demás, se preparaba cuatro fuegos, en lugar
de los acostumbrados tres, en el gran altar del holocausto.
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- El servicio matutino
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- Los servicios del día comenzaban con el primer resplandor
de luz del alba.
- Ya se había dado entrada al pueblo en el santuario.
Tanto celo tenían que contra cualquier innovación
o alteración que sólo un paño de lino excluía
al sumo sacerdote de la vista del público cuando, cada
vez antes de cambiarse los vestidos , se bañaba -no en
el lugar ordinario de los sacerdotes, sino en uno especialmente
apartado para su uso-. En total aquel día se cambiaban
los vestidos y se lavaban todo el cuerpo cinco veces, y diez
veces las manos y los pies. Cuando se anunciaba la primera luz
del alba de la manera usual, el sumo sacerdote se quitaba su
vestido ordinario (de paisano), se bañaba, se ponía
vestiduras doradas, se lavaba las manos y los pies, y pasaba
a ejecutar todas las partes principales del servicio matutino
ordinario. La tradición dice que inmediatamente después
de esto ofrecía ciertas partes de los holocaustos para
el día, o sea, el becerro y los siete corderos, reservando
su propio carnero y el del pueblo, así como la ofrenda
por el pecado de un macho cabrío, hasta después
de que hubieran sido traídos los especiales sacrificios
expiatorios del día. Pero el texto de Levítico
16:24 milita totalmente contra este punto de viste, y nuestra
que la totalidad de los holocaustos y de las ofrendas festivas
por el pecado eran traídas después de los sacrificios
expiatorios. Al considerar la relación entre estos servicios
y sacrificios, esto era, en toda caso, de esperar, por cuanto
un holocausto sólo podía ser aceptable después,
no antes de la expiación.
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- Ofrenda por el pecado
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- Acabado el servicio de la mañana, el sumo sacerdote
se lavaba las manos y los pies, se quitaba sus vestiduras doradas
se bañaba, se ponía los «vestidos de lino»,
volvía a lavarse las manos y los pies, y pasaba a la parte
peculiar de los servicios del día. El becerro para su
ofrenda por el pecado había sido puesto entre el porche
del Templo y el altar. Estaba situado hacia el sur, pero el sumo
sacerdote, que se encontraba mirando al este (esto es, a los
adoradores), volvía la cabeza del sacrificio hacia el
oeste (esto es, para que mirara hacia el santuario). Luego ponía
ambas manos sobre la cabeza del becerro, y confesaba como sigue:
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- « Ah JEHOVA! He cometido iniquidad; he transgredido;
he pecado - yo y mi casa- Oh, entonces JEHOVA, te ruego,cubre
(expía, haya expiación por) las iniquidades, las
transgresiones y los pecados que he cometido, transgredido y
pecado delante de Ti, yo y mi casa, tal como esta escrito en
la Ley de Moisés tu siervo:» Porque en este día
se hará expiación por vosotros, y sereís
limpios de todos vuestros pecados delante de JEHOVA »
-
- Se observara que en esta solemne confesión aparece
tres veces el nombre JEHOVA. Se pronunciaba otras tres veces
en la confesión que el sumo sacerdote hacía sobre
el mismo becerro en representación del cuerpo sacerdotal;
era pronunciado por séptima vez cuando echaba la suerte
en cuanto a cuál de los machos cabríos debía
ser «para JEHOVA», y de nuevo lo pronunciaba tres
veces en la confesión sobre el llamado «macho cabrío
de escape» que llevaba los pecados del pueblo. Estas diez
veces el sumo sacerdote pronunciaba el nombre inefable de JEHOVA,
y, al pronunciarlo él, los que estaban cerca se postraban
con sus rostros al suelo, mientras que la multitud respondía:
«Bendito sea el nombre;la gloria de su reino es para siempre
jamas». Anteriormente se daba la práctica de pronunciar
claramente el llamado »Nombre Inefable«, pero después,
cuando algunos intentaron
- emplearlo con propósitos mágicos, comenzó
a ser pronunciado de manera entrecortada, y, tal como relata
uno que había estado entre los sacerdotes en el Templo
escuchando con intensa atención para captar el misterioso
nombre, éste quedaba ahogado entre el son de los instrumentos
de los sacerdotes, acompañando a la bendición del
pueblo.
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- Elección del macho cabrío de escape
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- La primera parte del servicio de expiación, la que
tenía que ver con el cuerpo sacerdotal, había tenido
lugar cerca del lugar santo, entre el porche y el altar. La siguiente
se llevaba a cabo cerca del pueblo adorante. En la parte oriental
del atrio de los Sacerdotes, esto es, cerca de los adoradores,
y al lado norte del mismo, había una urna, llamada Calpi,
en la que había dos suertes de la misma forma, tamaño
y material - en el segundo Templo eran de oro- ;una llevaba la
inscripción «la - JEHOVA», para Jehová,
y la otra «la - Azazel», para Azazel, dejando la
expresión sin traducir por ahora. Estos dos machos cabríos
eran puestos de espalda y con sus rostros hacia el santuario
(hacia el oeste). El sumo sacerdote estaba ahora de cara la pueblo,
mientras que, de pie entre su sustituto (a su derecha) y el cabeza
del turno de servicio (a su izquierda), agitaba la urna, ponía
las dos manos dentro de ella y sacaba a la vez las dos suertes,
poniéndolas sobre las cabezas del macho cabrío.
Popularmente se consideraba un buen augurio si era la suerte
de la derecha la que había recaído «para
Jehová».
- Sin embargo, los dos machos cabríos debían
ser idénticos en cuanto a apariencia, tamaño y
costo; y hasta tal punto se trataba de llevar a cabo la idea
de que estos animales constituían partes de uno y un mismo
sacrificios, que se disponía que se comprara al mismo
tiempo si ello era posible. La importancia de esta idea será
explicada después.
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- El macho cabrío mostrado al pueblo
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- Habiendo designado la suerte a cada uno de los machos cabríos,
el sumo sacerdote ataba una pieza de paño escarlata en
forma de lengua a un cuerno del macho cabrío para Azazel,
el llamado «macho cabrío de escape», y otra
alrededor de la garganta del macho cabrío para Jehová,
que debía ser inmolado. El macho cabrío que debía
ser enviado fuera era ahora vuelto hacia el pueblo, e se quedaba
de cara a ellos, esperando, por así decirlo, hasta que
sus pecados fueran puestos sobre él, para llevarlos él
«a una tierra no habitada». Desde luego, no se podía
concebir un tipo más marcado de Cristo, al ser sacado
por Pilato y quedar ante el pueblo, justo antes de ser conducido,
llevando la iniquidad del pueblo. Y, como si para añadir
a la significación del rito, dice la tradición
que cuando el sacrificio era plenamente aceptado, la marca escarlata
que había llevado el macho cabrío de escape se
volvía blanca, para simbolizar la promesa llena de gracia
en Isaías 1:18; pero Añade que este milagro no
tuvo lugar durante cuarenta años antes de la destrucción
del Templo!
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- La confesión de pecado y el sacrificio
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- Con esta presentación del macho cabrío de escape
ante el pueblo comenzaba la tercera parte, y la más solemne,
de los servicios expiatorios del día. El sumo sacerdote
volvía de nuevo hacia el santuario, y por segunda vez
ponía las manos sobre el becerro, que seguía encontrandoce
entre el porche y el altar, para confesar sobre él no
sólo sus pecados y los de su casa, como antes, sino también
los del cuerpo sacerdotal. La formula empleada era exactamente
la misma que antes, con la adición de las palabras «la
simiente de Aarón, tu santo pueblo», tanto en la
confesión como en la petición de expiación.
Luego, el sumo sacerdote inmolaba el becerro, recogía
su sangre en un recipiente y lo daba a un asistente para que
lo agitara de continuo para impedir la coagulación. Dirigiéndose
al altar del holocausto, llenaba a continuación el incensario
con carbones encendidos, y luego ponía un puñado
de incienso en el plato destinado para ello. Por lo general,
todo lo que era traído en el servicio de Dios tenía
que ser llevado en la mano derecha, y el incienso en la izquierda.
Pero en esta ocasión, porque el incensario para el Día
de la expiación era mas grande y pesado que el usual,
se la permitía al sumo sacerdote invertir el orden común.
Todos los ojos se fijaban intensamente en el santuario, mientras
que, portando con lentitud el incensario y el incienso, se veía
desaparecer la figura del sumo sacerdote en sus blancos ropajes
adentro del lugar santo. Después de esto ya no se podía
ver más sus movimientos.
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- El propiciatorio
-
- El velo del lugar santísimo estaba abierto hacia adentro,
y el sumo sacerdote se quedaba solo y separado de todo el pueblo
en la terrible oscuridad del lugar santísimo, sólo
iluminado por el rojo resplandor de las ascuas en el incensario
del sacerdote. En el primer Templo el arca de Dios se encontraba
allí con el «propiciatorio» cubriéndola;
encima de ella, la presencia visible de Jehová en la nube
del Shekiná, y a cada lado las extendidas alas de los
querubines; y el sumo sacerdote colocaba el incensario entre
las varas del arca. Estaba vacío. Y el sumo sacerdote
descansaba su incensario sobre una gran piedra llamada «piedra
de fundamento». Con todo cuidado vaciaba ahora el incienso
de su mano y lo echaba sobre los carbones del incensario, tan
lejos de el como le fuera posible, y esperaba a que el incienso
llenara el lugar santísimo. Luego retirándose hacia
atrás, oraba fuera del velo de esta manera.
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- «Que te plazca, oh Señor nuestro Dios, y Dios
de nuestros padres, que ni en este día ni en este año
ni nos sobrevenga cautividad. Pero, si nos sobreviene cautividad
esta día o este año, que sea a un lugar en el que
la ley es cultivada. Que te plazca , oh Señor nuestro
Dios, y Dios de nuestros padres que no venga escasez a nosotros,
ni en este día ni este año. Pero si nos visita
escasez este día o este año, que se deba a la generosidad
de nuestros actos de caridad. Que te plazca ,oh Señor
nuestro Dios y Dios de nuestros padres, que sea este año,
año de baratura, de plenitud, de relación y comercio;
un año con abundancia de lluvias, de sol y de rocío;
año en el que tu pueblo Israel no necesite de ayuda mutua.
Y nos des oído a las oraciones de los que están
para partir de viaje. Y en cuanto a tu pueblo Israel que ningún
enemigo se exalte contra ellos. Que te plazca, oh Señor
nuestro Dios, y Dios de nuestros padres, que las casa de los
hombres de Sarón no se conviertan en sepulcros».
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- El sumo sacerdote no debía prolongar esta oración,
no fuera que su prolongada ausencia llenara al pueblo de temores
por su seguridad.
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- El rociamiento de la sangre
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- Mientras se efectuaba la ofrenda de incienso en el lugar
santísimo, el pueblo se apartaba de sus cercanías
y adoraba en silencio. Al final el pueblo veía al sumo
sacerdote saliendo del santuario, y sabía que el servicio
había sido acepto. Rápidamente tomaba del asistente,
que la, había estado agitando de continuo, la sangre del
becerro. Volvía entonces a entrar en el lugar santísimo,
y rociaba con su dedo una vez hacia arriba, hacia donde había
estado el propiciatorio, y siete veces hacia abajo, contando
mientras lo hacía: «Una vez» (hacia arriba),
«una y una vez» (hacia abajo), «una vez dos
veces» y así hasta «una vez y siete veces»,
repitiendo siempre la palabra «una vez», que se refería
al rociamiento hacia arriba, a fin de impedir cualquier error.
Saliendo del lugar santísimo, el sumo sacerdote depositaba
ahora el cuenco con la sangre delante de el velo. Luego inmolaba
el macho cabrío separado para Jehová, y, entrando
en el lugar santísimo por tercera vez, rociaba como antes,
una vez hacia arriba y siete veces hacia abajo en dirección
al velo, fuera del lugar santísimo, y luego hacía
lo mismo con la sangre del macho cabrío. Finalmente, derramando
la sangre del becerro en el cuenco que contenía la del
macho cabrío, y de nuevo la mezcla de las dos en el que
había contenido la sangre del becerro, a fin de mezclar
ambas del toda rociaba cada uno de los cuernos del altar del
incienso, y luego haciendo sitio sobre el altar, siete veces
la cubierta del altar del incienso. Así, rociaba cuarenta
y tres veces con la sangre expiatoria, teniendo cuidado de que
su propio vestido no se manchara con la sangre cargada de pecado.
La sangre que se quedaba la derramaba el sumo sacerdote en el
lado occidental de lo base del altar del holocausto.
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- La conclusión de la purificación
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- Mediante estas ofendas expiatorias el sumo sacerdote había
purificado el santuario en todas sus partes de la contaminación
del sacerdocio y de los adoradores. El lugar santísimo,
el velo, el lugar santo, el altar del incienso y el altar del
holocausto estaban ahora purificados por igual, por lo que respecta
al cuerpo sacerdotal y al pueblo; y en su relación con
el santuario quedaban expiados tanto los sacerdotes como los
adoradores. Hasta allí donde la Ley podía darlo,
había ahora otra vez libre acceso para todos; o para expresarlo
de otra manera, quedaba otra vez restaurada y asegurada la continuación
de la comunión sacrificial tipológica con Dios.
Si no hubiera sido por estos servicios, les hubiera llegado a
ser imposible a los sacerdotes y al pueblo ofrecer sacrificios,
y obtener así el perdón de los pecados, o tener
comunión con Dios. Pero las conciencias no estaban aún
libres del sentimiento de culpa y pecado personales. Esto quedaba
por hacer por medio del «macho cabrío de escape».
Todo esto parece claramente implicado en las distinciones que
se hacen en levítico 16:33: «Y hará la expiación
por el santuario santo, y el tabernáculo de reunión;
también hará expiación por el altar, por
los sacerdotes y por el pueblo de la
- congregación».
-
-
- El macho cabrío de escape
-
- Por solemnes que hubieran sido los servicios hasta ahora,
los adoradores pensarían principalmente, llenos de maravilla,
en el hecho de que el sumo sacerdote hubiera entrado a la inmediata
presencia de Dios, saliendo vivo de allí, y asegurándoles
mediante la sangre la continuación de los privilegios
del Antiguo Testamento de los sacrificios y del acceso a Dios
por medio de ellos. Lo que tenía lugar ahora les atañía
aún mas cerca, si tal cosa fuera posible. Ahora iban a
serles quitados sus propias culpas personales y pecados, ello
en un rito simbólico, uno que era al mismo tiempo el más
misterioso y el más significativo de todos. Todo esto
mientras que el «macho cabrío de escape»,
con la «lengua de escarlata» que hablaba de la culpa
que iba de llevar, había estado mirando hacia el este,
frente al pueblo, esperando la terrible carga que iba a llevar
«a tierra no habitada». Poniendo ambas manos en la
cabeza de este macho cabrío, el sumo sacerdote confesaba
ahora y rogaba:
-
- «Ah, JEHOVA!, ellos ha cometido iniquidad; han transgredido;
han pecado - tu pueblo la, casa de Israel- Oh, entonces JEHOVA!
cubre (expía), te ruego, sus iniquidades, sus transgresiones
y sus pecados, que malvádamente han cometido, transgredido
y pecado delante de Ti- tu pueblo, la casa de Isreal-. Como esta
escrito en la Ley de Moisés, tu siervo, diciendo: "Porque
en este día se hará expiación por vosotros,
y series limpios de todos vuestros pecados delante de JEHOVA"».
-
- Y mientras la postrada multitud adoraba al oír el
nombre de Jehová, El sumo sacerdote volvía su rostro
hacia ellos al proclamar la últimas palabras: «Seréis
limpios!», Como declarándoles la absolución
y remisión de sus pecados
-
- El macho cabrío enviado al desierto
-
- Luego seguía una extraña escena. Loa sacerdotes
conducían al macho cabrío cargando con sus pecados
a través del «Porche de Salomón», y,
según lo dice la tradición, a través de
la puerta oriental, que se abría hacía el monte
de los Olivos. Aquí un puente sobre las arcadas salvaba
el valle que se interponía, y sobre él llevaban
al macho cabrío al monte de los Olivos, donde uno, especialmente
designado para ello, se encargaba de él.
- La tradición ordena que sea un extraño, un
no israelita, Como para hacer más notable aún el
tipo de Aquel que fue entregado por Israel a los gentiles! La
escritura no nos dice nada mas acerca del destino del macho cabrío
que llevaba sobre sí todas las iniquidades de los hijos
de Israel, excepto que «lo enviará al desierto por
mano de un hombre destinado para esto», y que «dejara
ir al macho cabrío por el desierto». Pero la tradición
suplementa esta información. La distancia entre Jerusalén
y el comienzo del «desierto» se calcula en noventa
estadios, haciendo precisamente diez intervalos, cada uno de
ellos de media jornada de sábado del otro. Al final de
cada uno de estos intervalos había una estación,
ocupada por una o más personas, designadas para esto,
que ofrecían refrigerio al hombre que llevaba al macho
cabrío, y que luego lo acompañaban a la siguientes
estación. Con estos se conseguían dos cosas: algunas
personas de confianza acompañaban al macho cabrío
durante todo este viaje, y sin embargo ninguno de ellos caminaba
más de un camino de sábado - esto es, medio camino
de ida, y el otro medio de vuelta -. Al final llegaban al borde
del desierto. aquí se detenían, contemplado desde
lejos, mientras que el hombre conducía al macho cabrío,
desgarra la mitad de la «lengua de escarlata» y la
fijaba en un acantilado; luego, conduciendo al animal hacia atrás,
lo desempeñaba sobre el acantilado. Había un momento
de pausa, y el hombre, ahora contaminado por su contacto con
el portador del pecado, se volvía hacia la última
de las diez estaciones, donde pasaba el resto del día
y la noche. pero la llegada del macho cabrío al desierto
era inmediatamente telegrafiada, mediante banderas de estación
en estación, hasta que, pocos minutos después,
y musitado de oído en oído, que «el macho
cabrío había llevado sobre si todas sus iniquidades
a tierra no habitada».
-
- El significado del rito
-
- ¿Cuál era, pues, el significado de un rito
del que dependían cuestiones de tanta importancia? Todo
acerca de él parece extraño y misterioso: la suerte
que lo designaba, y ello «para Azazel» el hecho de
que aunque era la más grande de todas las ofrendas por
el pecado, ni era la más grande de todas las ofrendas
por el pecado, ni era sacrificado, ni su sangre rociada en el
Templo; y la circunstancia de que era realmente sólo parte
de un sacrificio siendo que los dos macho cabríos constituían
un sólo sacrificio, siendo uno de ellos inmolado, y el
otro «soltado», no habiendo ningún otro caso
análogo de este tipo excepto en la purificación
del leproso, en la que una avecilla era muerta, y la otra mojada
con su sangre y soltada-. Así, estos dos sacrificios -el
primero en la remoción de lo que simbólicamente
representaba el pecado inhabitante, el otro de culpa contraída
-concordaban en demandar dos animales, de los que uno era muerto,
y el otro «soltado». Este no es el lugar para discutir
la varias posturas que se mantiene acerca del sentido del macho
cabrío de escape. Pero es demoledor de cada una y todas
las interpretaciones recibidas que los pecados del pueblo fueran
confesados no sobre el macho cabrío que era muerto, sino
en el que era «soltado en el desierto», y que era
este macho cabrío, no el otro, el que «llevaba sobre
si todas la iniquidades» del pueblo. Por lo que respectaba
a la conciencia, este macho cabrío era la verdadera y
única ofrenda por el pecado por todas las iniquidades
de los hijos de Israel, y todas sus transgresiones en todos sus
pecados», porque sobre él había cargado el
sumo sacerdote los pecados
- del pueblo, después de haber «acabado de expiar
el santuario y el tabernáculo de reunión y el altar»
mediante la sangre del becerro y del otro no había hecho
ni podía hacer más, porque «no pueden hacer
perfecto en cuanto a la conciencia, al que práctica este
culto». La representación simbólica de este
perfeccionamiento tenía lugar por medio del macho cabrío
vivo, el cual, cargado con los pecados confesado del pueblo,
se los llevaba «al desierto», a «una tierra
no habitada». El único significado de lo que esto
parece realmente capaz es que aunque la culpa confesada era quitada
del pueblo y puesta sobre la cabeza del macho cabrio no era muerto,
sino sólo enviado lejos, a «tierra no habitada»,
del mismo modo, bajo el Antiguo Pacto, el pecado no quedaba realmente
borrado, sino sólo quitado del pueblo, y echado a un lado
hasta que Cristo viniera, no sólo a tomar sobre sí
la carga de la transgresión, sino borrarla y purificarla.
-
- La enseñanza de la Escritura
-
- Así contemplado, no sólo el texto de Levítico
16 sino también el lenguaje de Hebreos 9 y 10, que se
refieren principalmente al Día de la Expiación,
se vuelve llano, La «sangre», tanto del becerro como
del macho cabrío que el sumo sacerdote llevaba «una
vez al año» dentro «del velo sagrado»,
era «ofrecida por sí mismo (incluyendo al cuerpo
sacerdotal) y por los yerros (o más bien, ignorancias)
del pueblo». En el lenguaje de Levítico 16:20, reconciliaba
«el lugar santo, y el tabernáculo de la congregación,
y el altar», esto es, tal como ya se ha explicado, posibilitaba
la continuación del culto sacrificial por parte de los
sacerdotes y del pueblo. Pero este macho cabrío vivo,
«soltado» en el desierto sobre el que, en el lenguaje
exhaustivo de Levítico 16:21, el sumo sacerdote había
confesado y puesto «todas las iniquidades de los hijos
de Israel, y todas sus transgresiones en todos sus pecados»,
significaba algo totalmente diferente. Significaba la inherente
«debilidad e indiferencia del mandamiento», significaba
que «la ley no llevó nada a la perfección
la misericordia del pacto de Dios la culpa y el pecado eran verdaderamente
quitados del pueblo, que quedaban «cubiertos y en este
sentido expiados, o más bien que quedaban a la vez «cubiertos»
y quitados, pero que no fueron realmente llevados y destruidos
hasta que Cristo llegó; que sólo eran llevados
a una tierra no habitada, hasta que El los borrara mediante su
propia sangre; que la provisión que el Antiguo Testamento
hizo era sólo preparatoria y temporal, hasta el perdón
de los pecados, y con él el espíritu de adopción,
sólo resurrección de «el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo». Así, en el sentido
más pleno, era cierto de los «padres» que
«no recibieron la promesa, habiendo Dios provisto para
nosotros alguna cosa mejor; para que ellos no fuesen perfeccionados
aparte de nosotros».
- Porque «la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros»,
no podía «hacer perfectos a los que se acercan»,
ni tampoco era posible que«la sangre de los toros y de
los machos cabríos no puede quitar los pecados».
El macho cabrío «suelto» era cada año
un quitador d pecados que sin embargo nunca los quitaba en el
sentido de borrarlos; sólo eran depositados, por así
decirlo, y reservados, hasta que viniera Aquel «a quien
Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre,
para mostrar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en
su paciencia, los pecados cometidos anteriormente. «Y por
eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte
para redención de las transgresiones que había
durante el primer pacto los llamados reciban la promesa de la
herencia eterna».
-
- No es este el lugar para seguir el argumento más allá.
Una vez comprendido, vendrán a la mente muchos pasajes
que manifiestan cómo la remoción del pecado, en
el Antiguo Testamento, es expuesta en la misma ley como habiendo
sido completa, ciertamente, por lo que al individuo concernía,
pero no de manera real y con referencia a Dios, Hasta que vino
Aquel que fue la realidad a la que señalaban estos tipos,
y que «ahora, en la consumación de los siglos, ha
sido manifestando una vez para siempre por el sacrificio de sí
mismo para quitar de en medio el pecado». Y así
los mismos tipos demostraron su propia inadecuación e
insuficiencia, mostrando que eran sólo«sombra de
los bienes venideros, no la representación misma de las
cosas». Con esto concuerdan también los términos
mediante los cuales la expiación es designada en el Antiguo
Testamento como un «cubrimiento» por un sustituto,
y el propiciatorio como «el lugar del cubrimiento».
-
- El término «la - Azazel»
-
- Después de este es de relativamente poca importancia
discutir, hasta allí donde podamos en estas páginas,
la cuestión del significado del término «la
- Azazel». Siendo que son insostenibles tanto la interpretación
que hace de ello una designación del macho cabrío
mismo (como « macho cabrío de expiación»
en la BAS) como la que lo referí una cierta localidad
en el desierto, quedan dos otros puntos de vista, uno de los
cuales considera a Azazel como una persona, y denotando Satán,
mientras que la otra traduciría el término como«total
remoción». Las insuperables dificultades relacionadas
con el primero de estos conceptos se ven ya de entrada. Con referencia
al segundo, se puede decir que no sólo se hace violencia
a la gramática hebrea, sino que implica que el macho cabrío
que debía ser para«total remoción»
no debía siquiera ser sacrificado, sino realmente«¡soltado!»
-
- La palabra Azazel, que aparece sólo en Levítico
16, se deriva - y en ello hay consentimiento general- de una
raíz que significa «poner a un lado del todo»
o «para irse fuera del todo». Por ello, tanto si
traducimos «la - Azazel» como «para el que
es totalmente echado a un lado», esto es, el Cristo que
llevó el pecado, o «para ser totalmente separado»
o «puesto totalmente a un lado o afuera», la verdad
sigue siendo la misma, como señalamos a través
de la remoción temporal y provisional del pecado por parte
del macho cabrío, «dejado ir» en «la
tierra no habitada», hacia la remoción final, real
y completa del pecado por parte del Señor Jesús,
como leemos en Isaías 53:6: «Jehová cargó
sobre él la iniquidad de todos nosotros» .
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