Abraham
En la Biblia, la primera persona llamada fue Abraham; él
es el padre de la raza llamada, y fue llamado para salir de Ur
de los caldeos. Este lugar
tipifica el mundo. Era un lugar lleno de ídolos, donde
Dios ya había abandonado a los hombres y no tenía
más esperanza en ellos. Ellos formaban
parte de la raza creada, la cual tuvo cuatro grandes caídas.
La primera fue con Adán, la segunda con Caín, la
tercera con la generación de Noé y la
cuarta fue en la torre de Babel. Con la cuarta caída, Dios
ya no tenía ninguna esperanza en la raza creada, y El quiso
comenzar todo de nuevo.
Dios ahora quería una nueva raza, la raza llamada. El
hizo un llamamiento, y esto es algo muy significativo. Vemos que
el evangelio de Mateo comienza
diciendo que Jesucristo es el Hijo de Abraham; El es por lo tanto
un descendiente de la raza llamada.
Responder al llamamiento implica salir de una situación
y entrar en otra. Abraham tenía que dejar la situación
de idolatría de Ur de los caldeos y
entrar en otra situación. Por lo tanto, tenía que
cruzar el gran río Eufrates. Dios parecía decir:
"sal, sal y cruza el gran río, deja la
situación vieja; quiero que seas el padre de una nueva
raza, una raza llamada". El cruzó el río y
llegó a ser un hebreo, que quiere decir "el que
atraviesa un río". ¡Aleluya! Hoy, nosotros también
fuimos llamados, cruzamos el río y somos por lo tanto,
la ekklesia, la asamblea de los llamados.
Fuimos llamados y respondimos al llamamiento saliendo de "Ur
de los caldeos", atravesamos el río para ir a tierra
de Canaán. Esta asamblea
(congregación) es la iglesia.
La Fe Crece
El llamamiento de Dios a Abraham sucedió cuando él
aún estaba en Mesopotamia. Hechos 7:2 dice: "El Dios
de la gloria apareció a nuestro padre
Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán".
Dios llamó a Abraham que saliese de su tierra y de su parentela,
y fuese a tierra que El
le mostraría (Hechos 7:3). No obstante Abraham no tenía
fe suficiente para salir de su tierra, mucho menos para dejar
a su padre, por el contrario, de
acuerdo con Génesis 11:31, su padre, Taré, fue quien
lo llevó hasta Harán. La fe de Abraham, al principio,
era pequeña y él no se movía. Sabemos que
la
fe viene por el oír la palabra de Dios, entonces, no es
que Abraham no tuviese fe, sino que ésta era pequeña.
Era necesario que el Dios de la
gloria apareciese y le hablase varias veces, para que su fe pudiese
crecer.
Abraham continuó viviendo en Harán con sus parientes,
sin embargo Dios no quería a su parentela ni que él
continuase en Harán. Puesto que la fe de
Abraham era pequeña, Dios tuvo que esperar hasta la muerte
de Taré, su padre, para aparecerle nuevamente y hablarle.
En este segundo llamamiento la
fe de Abraham ya había crecido más un poco, y por
fin llegó a Canaán (Génesis 12:5).
Canaán era el objetivo, el lugar donde Abraham debería
llegar; sin embargo, como vimos, él no fue directamente
ala buena tierra, sino que paró a mitad
de camino, en Harán. Por eso, Dios le habló varias
veces y este hablar reforzó y aumentó su fe. Hoy,
también, muchos paran a mitad de camino; por
ejemplo, muchos amados hermanos sienten que donde están
no es el lugar correcto y tienen el deseo de salir, sin saber
hacia dónde ir quedándose a
mitad de camino, en Harán. Sin embargo, Dios quiere llevarlos
hasta "Canaán", la iglesia. Este es el llamamiento
de Dios.
Gálatas 3:6 dice: "Así, Abraham creyó
a Dios, y le fue contado por justicia". El creyó a
Dios. Romanos 4:9b dice que " a Abraham le fue contada
la fe por justicia". La fe de Abraham vino del oír
la palabra de Dios. Del mismo modo, nosotros, cristianos, tenemos
fe a través de la palabra de Dios.
Existen dos aspectos de fe: el primero, es la fe objetiva,
es aquello en que creemos, es el contenido del plan eterno de
Dios. Esta fe objetiva es algo
fuera de nosotros e inmutable. El segundo, es nuestra fe, algo
subjetivo, e interior, es aquello que recibimos al oír
la palabra de Dios; por medio de
esa palabra los elementos de la fe objetiva son infundidos hacia
nuestro interior, en nuestro espíritu, produciendo la fe
subjetiva. Por eso
dependiendo de nuestra apreciación por la Palabra, podemos
tener poca o mucha fe (Romanos 10:17).
La Descendencia
Dios prometió a Abraham una descendencia y que ésta
sería una gran nación.
Ella sería tan numerosa como la arena del mar y las estrellas
del cielo.
Aquí podemos ver dos aspectos de la descendencia. El primero,
la arena del mar, se refiere a una descendencia terrenal, que
vino por medio de Isaac y
Jacob, es decir, la nación de Israel.
El segundo, como las estrellas del cielo, se refiere a algo
celestial, es decir, la iglesia en el Nuevo Testamento. Todos
los cristianos hoy forman
parte de la descendencia celestial de Abraham, somos la iglesia,
los hijos de Abraham. Podemos decir que cuando Abraham fue llamado,
fuimos también
llamados en él.
Llamados para ser conformados
El llamamiento de Dios a nosotros es según Su propósito.
Romanos 8:28,29 dice: "a los que conforme a su propósito
son llamados. Porque a los que
antes conoció, también los predestinó para
que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo". Dios
nos llamó porque nos había predestinado. El nos
predestinó no solamente para ser salvos de la condenación
eterna, sino para ser "conformados" a la imagen de Su
Hijo. La palabra conformados implica la
existencia de un molde o una forma, donde algo es colocado allí
para que tome aquel formato. Como por ejemplo, un molde para torta
en la cual se
coloca la masa y ésta adquiera la forma del molde. Dependiendo
del caso, usted debe presionar la masa, cortar los excesos y amasarla
hasta que ella
adquiera la forma deseada. En nuestra vida cristiana sucede lo
mismo, debemos ser conformados a la imagen de Su Hijo. Algunas
veces este proceso,
exige un poco de "presión", de "corte",
para que adquiramos la forma deseada. Romanos 8:28 dice: "Todas
las cosas ayudan a bien a aquellos que
aman a Dios". En este versículo las palabras "todas
las cosas ayudan a bien" significan que cooperan para que
seamos moldeados y conformados. Algunas
veces, no son cosas aparentemente buenas para nosotros, pero buenas
para "amasarnos" y cortarnos" a fin de que
tengamos la imagen del Hijo de Dios.
En el ejemplo de Abraham podemos ver como todas las cosas cooperan
para el bien de aquellos que aman a Dios, de aquellos que son
llamados según Su
propósito. Abraham tenía un sobrino llamado Lot,
y después de una discusión, Abraham permitió
que Lot escogiese hacia dónde ir, separándose entonces
de
él. Aparentemente Abraham perdió mucho, pues Lot
eligió las llanuras, un lugar bueno para el pasto y para
la agricultura. Abraham, de su parte,
permaneció en la región montañosa. Entretanto,
con esto, vemos que Abraham puso subir las montañas, ver
todo lo que Dios le había prometido, (Génesis
13:14,15); y así fue guardado de descender hacia Sodoma
y Gomorra. Gracias al Señor, todas las cosas ayudan para
nuestro bien.
Andando de modo digno del llamamiento
Efesios 4:1 dice: "Yo pues, preso en el Señor,
os ruego que andéis como es digno de vuestra vocación
con que fuisteis llamados". Vemos cuán Grande
gracia es ser llamado. En el caso de Abraham Dios preparó
todo, hizo de él una gran nación y lo llevó
al monte para ver toda la tierra que El le daría
(Génesis 13:14,15). De la misma manera que nuestro llamamiento
es una gran gracia y debemos tener tal digno de Abraham.
De acuerdo con Efesios 4:2, un andar digno es andar "con
toda humildad y mansedumbre soportándoos con paciencia
los unos a los otros en amor". Estos
items son virtudes humanas que fueron elevadas por el Señor
Jesús. Nuestra paciencia no dura mucho, ella tiene un límite.
En el matrimonio esto es
fácilmente visto cuando, por ejemplo, el marido tiene un
mal temperamento, y la esposa lo soporta por un buen tiempo. Sin
embargo, llega un día en que
ella no aguanta más, pierde la paciencia. Sin embargo,
cuando experimentamos la paciencia que fue elevada por el Señor
Jesús, la situación es diferente.
Esto sucede porque el Señor Jesús vivió una
vida humana perfecta, experimentando todas las virtudes humanas
y El está en nosotros. Nosotros
podemos poseer todas esas virtudes de Cristo que están
disponibles en nuestro interior. Entonces podemos ser pacientes,
humildes, mansos y
soportarnos los unos a los otros.
"Solícitos en guardar la unidad del Espíritu
en el vínculo de la paz" (Efesios 4:3). Debemos mantener
la unidad, con todo, sólo viviendo y andando
con estas virtudes humanas elevadas es que podemos guardar la
unidad.
Ser humilde es siempre dar un paso hacia atrás. Si cada
uno considera a los demás superiores a sí mismo
no habrá contiendas. Seremos perfectamente uno.
Ser manso es no ser duro, violento; pero más bien, flexibles,
maleables. Cuando dos cosas duras se chocan siempre sucede un
gran desastre. Seamos un
poco más blandos. Ser paciente es ser con más calma,
más lento. No vayamos demasiado rápido. Soportar
los unos a los otros es ser, amplio, tolerante;
no ser estricto. Seamos un poco más flexibles. Nuestro
andar debe tener estas cuatro virtudes humanas, y este es el andar
de modo digno de nuestro
llamamiento. Fuimos llamados para estar juntos y tal tipo de andar
nos mantiene en la unidad. Esto es ekklesia.
Es muy bueno saber que somos la "ekklesia", o la
congregación de los llamados. Somos aquellos que fueron
llamados hacia fuera de "Ur de los
caldeos", hacia fuera del mundo, cruzamos el río y
llegamos a ser los hebreos. En esta salida, al inicio, nuestra
fe era aún pequeña y paramos
muchas veces a mitad de camino. Pero gracias al Señor El
siempre viene a darnos Su palabra reforzando nuestra fe, y por
el fin llevándonos hasta
"Canaán", la iglesia. La Iglesia es la congregación
de los que fueron llamados hacia afuera. Fuimos también
llamados para ser conformados a la
imagen de Su Hijo por medio de todas las cosas que ayudan para
nuestro bien. Una vez que hayamos sido llamados, debemos andar
de modo digno de ese
llamamiento para mantener la Unidad. Esto es la ekklesia.