ECUMENISMO
 
Queridos hermanos:
Ante la realidad del llamado <<ecumenismo>>, todo verdadero cristiano debería saber cual es la realidad del catolicismo romano. Este pequeño estudio, más otros, nos podrá ayudar a entender realmente que pensar al respecto. Este estudio no pretende ir contra el católico, sino contra el sistema católico-romano, desvelando la realidad dogmática de la que dice ser de sí misma la <<única y verdadera iglesia de Cristo>>.
<<Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos>> Epístola de Judas 3.
Miguel Rosell, pastor de Centro Rey, Madrid, España; Calle Irún, 5, 28008 Madrid (España).

Llegar a ser cristiano es la decisión más grande y más importante de la vida. Entendemos que un cristiano no es alguien que vive en el seno de una familia cristiana. Alguien dijo muy acertadamente que Dios no tiene nietos, sólo tiene hijos. Tampoco es alguien que vive en una sociedad o un país cristiano. No es alguien que viene de una tradición cristiana. Tampoco es alguien que se identifica con cierta creencia religiosa... Un cristiano es un seguidor de Cristo. Un cristiano, tal y como la Biblia lo define, es alguien en el cual Cristo mora por Su Espíritu. En la Epístola a los Romanos, el apóstol San Pablo dice: <<Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él>> (Romanos 8: 9). Pero, ¿cómo estar seguro del camino a recorrer para ser un buen cristiano? ¿cuál ha de ser la enseñanza a seguir?, y antes de eso, ¿cuál es la evidencia para creer en Jesucristo?
Vayamos a la evidencia histórica. Existe la evidencia de los historiadores romanos. Tácito se refiere directamente a Jesucristo; Suetorio indirectamente. Hay entonces historiadores romanos que vivieron en el tiempo de Jesús y que lo mencionaron. También se le encuentra en el trabajo de un historiador judío llamado Josefo. El no era cristiano pero escribió esto: <<Había durante este período un hombre llamado Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar un hombre, porque hacía trabajos maravillosos; un maestro de aquellos que querían recibir la verdad, atrajo hacia él a muchos de los judíos y gentiles. Era el Cristo y cuando Pilatos, ante la sugerencia de los hombres importantes entre nosotros, le había condenado a la cruz, aquellos que le habían amado desde el principio no le traicionaron, ya que el apareció ante ellos vivo al tercer día, como los profetas divinos habían profetizado. Esta y otras diez mil cosas maravillosas acerca de él y de la tribu de los cristianos, tomando en cuenta que su nombre no se ha extinguido en el tiempo presente, son verdad>>.
 
Hay más evidencia cristiana fuera del Nuevo Testamento, pero también hay evidencia cristiana dentro del Nuevo Testamento la cual no podemos ignorar. Algunas personas dicen <<Ah, los evangelios ¿cómo sabemos lo que originalmente escribieron? ¡Eso fue hace 2.000 años!. Después de aquel tiempo seguramente las cosas han cambiado>>. ¿Cómo sabemos que los evangelios que vemos hoy son realmente lo que Mateo, Marcos, Lucas y Juan escribieron? La respuesta es que hay una ciencia llamada Crítica Textual. Esto quiere decir que cuanto más evidencia manuscrita hay acerca de un documento histórico original, tanto mas podemos averiguar lo que el escritor original escribió. No tenemos el original de cualquier manuscrito antiguo. No tenemos el original de "Las Guerras de las Galias" de Julio César por ejemplo, pero tenemos manuscritos que son copias de copias de copias de copias. Cuantas más copias tenemos, más fácil saber como era el original y estamos más cerca de averiguar lo que la gente originalmente escribió. Así que vamos a comparar con otros manuscritos antiguos.
 
Tomemos<<Las Guerras de las Galias>> de Julio César, por ejemplo. Fueron escritas entre el 58 y 50 antes de Cristo. La copia mas reciente que tenemos es del año 900 después de Cristo. Así que hay un período de 950 años entre el original y su copia. En total, tenemos 9 o 10 copias. La historia romana de Tito Livio fue escrita entre el año 59 a.C. y el 17 d.C. Nuestra copia más reciente es del año 900 d.C. Hay un intervalo de 900 años y tenemos 20 copias. Tácito escribió alrededor del año 100 d.C. La copia mas reciente es del año 1.100 d.C. Hay un intervalo de 1.000 años y tenemos 20 copias.
 
Tucídides escribió en el año 400 a.C. La copia mas reciente es del año 900 d.C. Hay un intervalo de 1.300 años y tenemos 8 copias. Herodoto se escribió en el año 450 a.C. La copia mas reciente es del año 900 d.C. Hay un intervalo de 1.300 años y tenemos 8 copias.
 
E.F.Bruce, un teólogo, escribió: "Ningún estudioso de los clásicos escucharía la opinión de alguien que dudara de la autenticidad de Herodoto o Tucídides, aunque las copias de los manuscritos que podemos disponer de su trabajo actualmente, tienen 1.300 años más que el original". Cuando vamos al Nuevo Testamento vemos que fue escrito entre los años 40 y 100 d.C. La copia más antigua que tenemos (encontrada recientemente), es parte del evangelio de Juan, escrito en el año 130 d.C. Tenemos manuscritos completos del año 350 d.C. No sólo uno, más de uno. Recuerde que, con los otros clásicos había entre 10 y 20 manuscritos, y a veces sólo 8, sin embargo, en total, en el Nuevo Testamento tenemos 5.000 manuscritos griegos, 10.000 manuscritos latinos, 9.300 manuscritos de otros y hay 36.000 citas en los manuscritos de los padres apostólicos. De modo que el gran estudioso y critico textual, F.J.A. Hort dijo esto:<<En la variedad y complejidad de la evidencia en la cual descansa el texto del Nuevo Testamento, destaca absolutamente como el único entre los escritos antiguos de prosa>>.
 
Sabemos con certeza lo que escribieron los apóstoles. Hay buena evidencia fuera y dentro del Nuevo Testamento de Jesucristo. Con todo ello podemos descansar en el hecho de que las palabras de Jesús de Nazaret, no sólo no se han perdido (Mt. 24: 35) sino que tienen poder para cambiar vidas aun hoy en día (1 Corintios 4: 20). Así pues, la enseñanza a seguir es la Palabra de Dios, la cual es inmutable. Para ser ese seguidor de Cristo que un cristiano debe ser, sólo en la Biblia se encontrará la guía correcta e inconfundible. ¿Por qué sólo en la Biblia? Porque la Biblia es la Palabra de Dios, y por lo tanto, posee toda la autoridad de Dios en sí misma. Dios desea que los que le buscan, lleguen a saber lo que les conviene, que encuentren la verdad; por eso El nos ha dado Su Palabra. Jesús de Nazaret dijo a sus discípulos: <<Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá>> (Mateo 7: 7, 8). Es el deseo de Dios que le busquemos de todo corazón. No es el deseo de Dios que nos conformemos con cualquier cosa. El desea tener una relación muy personal con cada uno de los Suyos. A veces, existen impedimentos para que esto sea así. Diferentes temores, conformismo, tradición, rutina...tantas cosas que hacen de filtro oscuro para que no podamos ver a Dios y esperar de Él... ¡Pero El siempre está ahí esperando que nos volvamos a El de todo corazón!.
 
¿TEMOR A LO DESCONOCIDO?
El apóstol San Pablo dijo una vez: <<Examinadlo todo; retened lo bueno>> (1 Tesalonicenses 5: 21). Este consejo bíblico destruye todo prejuicio, temor e ignorancia. Dios quiere que tengamos seguridad en lo que creemos. No es ningún pecado ni traición escudriñar y poner a prueba lo que siempre hemos tenido por verdad, porque así se nos haya legado.
Sólo hay una auténtica verdad, y Dios ya la ha manifestado. Esta verdad es Su Hijo Jesús, y este libro que tiene Vd. en sus manos está para ayudarle a ver a Jesús, quitando todo velo que no deja ver bien, todo prejuicio que atemoriza y bloquea, todo miedo a lo desconocido; pero mejor que en este libro, le puedo asegurar que es en la Biblia donde Vd. encontrará la mejor de las ayudas, sin lugar a dudas. Jesucristo dijo: <<Si me amáis, guardar mis mandamientos>> (Juan 14: 15). Entonces se trata de poner por obra todo lo que la Palabra de Dios dice; por todo ello, nos será imprescindible conocerla. El ejemplo para nosotros lo tenemos en el mismo Jesús, en su dependencia total del Padre, y en el conocimiento que El tenía de la Escritura. Así quiere Dios que nosotros vivamos, en dependencia total de El y de Su Palabra.
 
VIVIENDO LA VIDA CRISTIANA SEGÚN CRISTO
Si queremos saber de verdad como vivir una vida cristiana de plenitud, tal y como se vivía en el entorno de la Iglesia primitiva, la fundada por el Señor Jesús, no podremos hacer ninguna concesión a los principios enseñados en la Biblia, ni interpretarlos fuera del contexto de su enseñanza. Mientras la Iglesia Universal crece por todo el mundo esperando la gloriosa Segunda Venida de su Fundador, Jesucristo, es esencial que aquellos que desean ser cristianos, lo sean como debe ser, es decir, basados en la enseñanza espiritual y práctica de la Biblia, sin aditivos ni mermas de ninguna clase. Algo menos que esto constituye un nacimiento insatisfactorio en la nueva vida que Jesús quiere que experimentemos.
La Biblia es la revelación completa y suficiente de Dios al hombre individual.
 
¿BIBLIA...O TRADICIÓN?
Ninguna tradición religiosa, u otra fuente, por bien intencionada que fuere, podrá sernos útil si contradijere la Biblia. Para aquellos que dudan porque su tradición religiosa les impone algo opuesto a la revelación bíblica, es menester decirles que sólo las Sagradas Escrituras merecen absoluta preeminencia. Dijo el apóstol Pablo en el libro de Gálatas: <<Si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema>> (Gálatas 1: 8, 9)

Cualquier declaración religiosa, sea dogmática o no, del tipo que sea, por muy enraizada que esté en la sociedad; fruto o consecuencia de alguna antigua tradición y aceptada, pero que contradiga la Palabra y el Espíritu de la Biblia, no será acepta ante Dios, y por lo tanto, debe ser rechazada por todos los verdaderos creyentes. Cualquier intento de modificar lo declarado en la Biblia a causa de la llamada tradición por Roma; declaraciones ex cátedra de los diversos romanos pontífices: Los dogmas; concilios ecuménicos, etc. que añadan, quiten o minimicen lo revelado en la Palabra de Dios, no viene de Dios, por lo tanto, no tienen ninguna validez ante Él. Estaremos mostrando a lo largo de este libro la falta de apoyo escritural y ético de esos dogmas y de los que los establecieron.
 
Si alguien se siente seguro de su fe en lo establecido por Roma apoyándose en el hecho de que teóricamente ninguno de sus dogmas ha sido jamás abolido, es menester hacerle saber que aunque esto fuera así, que no lo es de hecho, no garantiza en modo alguno que esos dogmas o parte de ellos constituyan la verdad de Dios. Alguien dijo una vez que si una mentira se repite una y otra vez, al final se acaba creyéndola como verdad. Sólo hay una manera de saber si algo es verdad o no, confrontándolo con la Biblia, la Palabra de Dios.
 
Roma dice que la Iglesia romana siempre ha creído los mismos dogmas desde los tiempos bíblicos. Por eso, E. Schillebeeckx, teólogo romano, sostendría que ya los primeros discípulos creían que el Papa de Roma era infalible cuando hablaba ex cátedra. Esto en sí reviste un problema de base, sobretodo porque el título de <<Papa>> era algo totalmente desconocido en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva. Los mismos teólogos de Roma tienen problemas insalvables a la hora de intentar demostrar que ciertos dogmas, por ejemplo, el de la Asunción Corporal de María a los Cielos, era algo sabido, creído y enseñado por los apóstoles del Nuevo Testamento, sencillamente porque éstos nunca dijeron nada al respecto. Existe otra razón de más peso, sencillamente porque estos dogmas contradicen la verdad revelada por Dios en Su Palabra. Estaremos viendo todo ello.
 
¿TEMOR A LA PALABRA DE DIOS?
No hay que tener temor de no comprender o de comprender mal la Biblia, porque si uno se acerca a Dios a través de Su Palabra sin ideas preconcebidas y con un espíritu sencillo de aprendiz, de buscar a Dios, Dios, a través del Espíritu Santo le hablará y guiará con plena seguridad. Así se construye el verdadero cristianismo en la vida del individuo.
La Biblia es el único libro en el mundo que se ha de leer junto con su Autor.
Por eso mismo, la Biblia se interpreta a sí misma, porque es Palabra viva. La Biblia es la misma autoridad de Dios.
No debemos ignorar por qué algunos han interpretando mal la Escritura o incluso la han torcido, como sería el caso de los llamados <<testigos>> de Jehová entre otros. El fundador de los <<testigos>>, Charles T. Russell, partió a la hora de basarse en la Biblia para definir sus doctrinas, en prejuicios religiosos y conclusiones personalistas preestablecidas, que le marcaron e influenciaron totalmente. Por ejemplo, para el estudio de la Biblia, él partió de la no aceptación personal de la Deidad de Cristo. También partió del error de considerar al Espíritu Santo como una simple <<fuerza activa>>. Con todos esos planeamientos subjetivistas es obvio que interpretara mal la Biblia, cuando esta declara claramente que: 1) Cristo es Dios, 2) El Espíritu Santo es Persona. A tal punto llegó la obcecación de los <<testigos>>, que se atrevieron a cambiar en su versión pervertida de las escrituras (NM), los textos bíblicos donde se menciona la Deidad de Cristo.
De la misma manera ha ocurrido con todos aquellos que se han desviado de la verdad, aun diciendo que se basaban en la Biblia.
Podemos descansar sabiendo que hay un Dios en el universo y que Éste ha dado al hombre a conocer Su Palabra, la cual es inmutable, como Él es inmutable.
Ireneo (130-200) una vez dijo: <<Las Sagradas Escrituras son perfectas>>. Creemos en un Dios que es Todopoderoso, y así, capaz de salvaguardar Su Palabra a través de los siglos; no importa los vaivenes de la historia, el error de los hombres, ni las asechanzas del diablo y sus huestes. ¡Dios siempre tiene el control!.
<<TODA LA ESCRITURA ES INSPIRADA POR DIOS, UTIL PARA ENSEÑAR. PARA REDARGUIR, PARA CORREGIR, PARA INSTRUIR EN JUSTICIA, A FIN DE QUE EL HOMBRE DE DIOS SEA PERFECTO, ENTERAMENTE PREPARADO PARA TODA BUENA OBRA>> (2ªTimoteo 3:16, 17)
La Biblia es la base inamovible del cristianismo. Si el cristianismo existe, es porque la Biblia existe. Si la dejamos de lado, mucho, o en parte, o la contradecimos, ya no tendremos cristianismo, sólo llegaremos a tener un falso sucedáneo.Todo lo que Dios ha revelado al hombre para su bien, está escrito en ese Libro que consta a su vez de sesenta y seis libros y resume los Dos Pactos que Dios ha hecho con la humanidad, que son el Antiguo y Nuevo Testamento. Dios es el Autor de Su Palabra, que llega a nosotros escrita por diversos siervos Suyos inspirados por el Espíritu Santo, empezando con Moisés, el autor del Pentateuco o la Ley (Toráh), y son los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, hasta Juan, el autor del Apocalipsis.
 
SI ALGUNO QUITARE O AÑADIERE...
La fe cristiana se ha de basar exclusivamente en la Biblia, toda añadidura o sustracción está prohibida por la misma Palabra de Dios. La misma Biblia se defiende a sí misma: <<No añadiréis a la Palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Yahvéh vuestro Dios que yo os ordeno>> (Deuteronomio 4:2). <<Cuidarás de hacer todo lo que Yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás>> (Deuteronomio12:32). <<Toda Palabra de Dios es limpia; El es escudo a los que en Él esperan. No añadas a Sus Palabras para que no te reprenda y seas hallado mentiroso>> (Proverbios 30: 5, 6). Así mismo, en el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, encontramos lo mismo, añadiendo una advertencia: <<Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del último libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro>> (Apocalipsis 22:19) Todo lo escrito y revelado en la Biblia es Palabra de Dios y se cumplirá.
Jesús dijo: <<No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido>> (Mateo 5:17, 18).
La fe ya nos fue revelada completamente cuando se cerró el canon bíblico con el último libro que lo compone, el Apocalipsis de Juan. La Epístola de Judas fue escrita hacia el 70 o 75 d. C., y en ella hay una perla que me gustaría que volviéramos a admirar una vez más. Se trata del versículo 3, y dice así: <<Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos>> (Judas 3). Esa fe que nos salva y nos hace aceptos a Dios ya fue revelada a todos los hombres mucho antes de que la Iglesia de Roma existiera siquiera, ¿por qué entonces deberíamos prestar atención a enseñanzas que lejos de ayudarnos a permanecer en esa fe revelada, la cual es Cristo Jesús, más bien nos aparta?. Encontramos en el libro de Proverbios: <<Cesa, hijo mío, de oír las enseñanzas que te hacen divagar de las razones de la sabiduría>> (Proverbios 19: 27)
Una cosa es bien cierta, ha habido gran número de añadidura a la Palabra de Dios por parte de la Iglesia de Roma. Esa añadidura está prohibida por la misma Palabra de Dios y por lo tanto hay que desecharla. No hacerlo así, supone un grave pecado del cual muchos tendrán que dar cuentas un día a Dios ante Su Trono ¡No participemos de ese pecado nosotros!
 
NUESTRA CONFIANZA EN CRISTO Y EN SU PALABRA
Entendamos que todo lo que el hombre necesita para su reconciliación con su Creador, está clara, completa y suficientemente expuesto en la Palabra de Dios, la Biblia. El Autor de nuestra salvación es únicamente Cristo Jesús, el Mesías de Israel, el Salvador y Señor de toda la tierra. Su obra en la cruz y su resurrección, mediante la fe, nos autoriza a acercarnos con confianza al Trono de gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4: 16).
Nada se puede añadir a la obra de Cristo en la cruz. La salvación y la llenura del Espíritu Santo son completas sólo por los méritos de Cristo. Todo ello se recibe por la fe.
Cristo dijo: <<CONSUMADO ES>> (Juan19:30)... ¡No hay nada que añadir a su obra! ¡No se puede añadir nada a lo que Él hizo, porque Él cumplió todas las exigencias del Padre en la Cruz!. Para Dios y para el cristiano, la autoridad final reside en la misma Palabra de Dios, sin añadiduras ni sustracciones. La Palabra de Dios, la Biblia, sí es infalible, los hombres se equivocan. El cristiano debe seguir los mandamientos de Dios, no los mandamientos de los hombres.
 
CONOCER LA PALABRA
El verdadero cristiano es guiado por el Espíritu Santo (Juan16:13:1; Juan 2:27,28) a través de la Palabra, por ello es inconcebible un cristiano que no conozca la Biblia.
Todo cristiano debe conocer la Biblia para conocer a Dios.
Todo cristiano debe alimentarse cada día de la Palabra de Dios <<Porque escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios>> (Mateo 4: 4). De la misma manera que cada día comemos pan y bebemos agua, debemos también alimentarnos espiritualmente a través de leer la Biblia y de estar en comunicación con Dios. A esto último llamamos orar. Orar es hablar con Dios; en realidad es una conversación, por lo tanto, no sólo nos dirigiremos a Él, sino que también le escucharemos, por que Dios quiere hablarnos.
 
LA PALABRA ESTÁ A NUESTRO ALCANCE
¡No hay excusa posible hoy en día!, como antes vimos en 2ª Timoteo 3:16,17, el hombre y la mujer de este, nuestro tiempo, tienen a su alcance la Escritura para su perfección, para ser preparados para toda buena obra.
LA PALABRA DE DIOS, LA BIBLIA, ES LA AUTORIDAD DEL MISMO DIOS.
Dios nos lo ha dejado muy fácil. Seguirle a Él, debe ser conforme a Su voluntad, y Su voluntad es Su Palabra, y Su Palabra es la Biblia. Sólo la Palabra de Dios como autoridad final, basados en el propio testimonio de la Biblia. Veamos de nuevo lo que dijo el propio Jesús cuando los judíos rehusaban reconocerle: <<Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí>> (Juan 5:39). Observemos como actuaban los judíos de Berea cuando Pablo y Silas les anunciaron el Evangelio en la sinagoga: <<Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así >> (Hechos 17:11). Veamos también como Pablo ratificaba sus enseñanzas con el testimonio de las Escrituras: <<Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras>> (1ª Corintios15:3,4).
La comprensión de la Biblia es básica para todo crecimiento espiritual real en el Señor. Jesús dijo: <<Sí vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres>> (Juan 8:31,32).
Permanecer en Su Palabra implica conocerla previamente y obedecerla. Así que, somos libres, porque la verdad de Cristo nos libera, y esto es así cuando la experimentamos por ser sus discípulos, y somos sus discípulos por permanecer en Su Palabra, es decir, por obedecer sus Palabras.
 
CONTRASTE CON ROMA
Sin embargo, veremos que el dogma católico romano establece que la Iglesia de Roma tiene la autoridad final, (dogma del año 1076), ya que según ella, es la que interpreta la Biblia y la tradición, así como hace las formulaciones conciliares y papales.
El papa Juan Pablo II, en su bula <<Veritatis Splendor>>, habla de la verdad enseñada por Cristo y mediada por la Iglesia romana. Sin esa mediación, el católico-romano, sólo por leer la Biblia, no puede entender la verdad de Dios, asegura. Según Roma, es imprescindible un mediador: Roma misma. Esta declaración en sí, contradice al mismo Señor Jesús cuando dijo a los judíos que se oponían a Él:<<Escudriñad las Escrituras...ellas son las que dan testimonio de Mí>> (Juan 5:39). O el comportamiento elogiado de aquellos Bereanos: <<Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así >> (Hechos 17:11). Niega también el propósito de las Escrituras en sí, <<Toda la Escritura es inspirada por Dios, útil para enseñar, para redarguir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra>> (2ª Timoteo 3:16, 17). El mismo apóstol Pablo exhortaba a Timoteo a conocer las Sagradas Escrituras por sí mismo, y le animaba a hacerlo: <<Persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús>> (2ª Timoteo 3: 14, 15). Cuando Pablo le decía aquello a Timoteo, Roma no existía ni en la imaginación. No había Iglesia Romana para interpretar las Escrituras a Timoteo. Pero aún hay mucho más con todo esto. Cuando el Señor dio la Ley por medio de Moisés, ¿a quién la dio? ¿a los sacerdotes y levitas solamente? ¿al Sanedrín de turno?. Dios dio la Ley, los profetas, los Salmos, los Evangelios, las Epístolas, y todo el contenido de la Biblia a Su pueblo y para Su pueblo, para que Su pueblo lo pusiera todo por obra. La misma Biblia lo dice. Dios dijo: <<Por tanto, pondréis estas mis Palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes, y las ecribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas; para que sean vuestros días, y los días de vuestros hijos, tan numerosos sobre la tierra que Yahwé juró a vuestros padres que les había de dar, como los días de los cielos sobre la tierra.>> (Deuteronomio 11: 18-21). Los padres deben enseñar a sus hijos la Palabra de Dios, la Biblia. Esto es lo que manda el Señor, como acabamos de leer. Antes, los padres deben, no sólo leer la Biblia, sino ponerla en su corazón y en su alma, viviendo los principios y enseñanzas que emanan de ella. Todo ello nos enseña sin ningún lugar a dudas, que Dios quiere que directamente conozcamos Su palabra si es que queremos ser pueblo Suyo.
 
No obstante, Roma pretende olvidar que Dios ha dado Sus Escrituras a Su pueblo desde el principio. Sí, Dios dio Sus escrituras a Israel, Su pueblo, y de Israel, y más en concreto, de la tribu de Judá, salió el Mesías de Israel, Jesús, para salvar, no sólo a los judíos, sino también a los no judíos, por lo tanto las Escrituras son primeramente para el judío, y por extensión, para todo aquel que fuere llamado por el Dios de Israel, el único y verdadero Dios. El mismo apóstol Pedro lo dijo muy claro dirigiéndose a todos los judíos de Jerusalén aquel día glorioso de Pentecostés: <<Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare>>. Dios no dio Sus Escrituras a la Iglesia de Roma para que las interprete, creer esto es ignorar la Palabra de Dios. ¡La Palabra de Dios se interpreta a sí misma!.

Así pues resumimos diciendo que las Escrituras son para todos los creyentes en Cristo Jesús.
 
ROMA REITERA
Sin embargo, según la doctrina católica, nada es <<dogma de fe>> mientras no es declarado autoritativamente como tal por el Magisterio de la Iglesia romana. Supongamos que la Iglesia de Roma no se hubiera nunca pronunciado sobre la verdad de Juan 1: 1 donde se nos dice que <<el Verbo es Dios>>, es decir que Jesucristo, el Verbo hecho carne, es Dios, entonces, un católico - romano no tendría por qué creerlo ¡Incluso cuando la Biblia lo dice! El Concilio Vaticano I declaró: <<Con fe divina y católica ha de ser creído cuanto se contiene en la palabra de Dios, escrita o transmitida de otro modo, y que la Iglesia proponga para ser creído como divinamente revelado>> (Dezinger, 3011).
 
El cardenal Ratzinger, guardián de la ortodoxia romana, ejemplifica esa fe ciega que el fiel a Roma debe profesar. El hablaba de un profesor de teología católico - romano que admitía que la Asunción de María, declarado dogma en una fecha tan recientísima como la de 1950 por el papa Pío XII, no estaba apoyado en modo alguno por las Sagradas Escrituras. Aún y así, el cardenal declaraba que había decidido creerlo porque <<la Iglesia (Roma) es más sabia que yo>>. Desgraciadamente, implícito con todo ello, estaba reconociendo que la Iglesia de Roma es más sabia que la Biblia, y por ello, ¡capaz de contradecirla!.
 
El romano pontífice, hablando ex cátedra, y por lo tanto, con infabilidad (dogmáticamente sólo desde 1870), tiene la asombrosa osadía de interpretar para todos sus fieles la Palabra de Dios. ¡La labor del Espíritu Santo, realizada por un mortal!. La declaración emanada del Concilio Vaticano I, dice así: <<El Romano Pontífice...goza de...infabilidad en razón de su oficio cuando, como supremo pastor y doctor de todos los fieles...proclama de una forma definitiva la doctrina de fe y costumbres. Por esto se afirma, con razón, que sus definiciones son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia, por haber sido proclamadas bajo la asistencia del Espíritu Santo, prometida a él en la persona de San Pedro...>>. ¡San Pedro se equivocó muchas veces (veremos bastante de esto), pero el papa que dice recibir la unción de San Pedro no se equivoca nunca cuando habla ex cátedra porque <<goza de infabilidad en razón de su oficio>>!. Ahora bien, los mismos teólogos católico - romanos no se ponen de acuerdo entre sí acerca del número y cualificación de las declaraciones pontificias o conciliares que son objeto preciso y notorio de tal infabilidad. En otras palabras, que no saben cuando el papa ha hablado infaliblemente o cuando no. Increíblemente, un jerarca romano, en concreto el obispo misionero holandés F. Simons, en su libro <<Infabilidad y Evidencia>> (Trad. de J.C. Bruguer, Barcelona, 1970), niega rotundamente la infabilidad tanto del Papa como de la Iglesia de Roma, asegurando que sólo la Palabra de Dios es infalible y que la prerrogativa de la Iglesia no es infabilidad sino fidelidad.
 
Dave Hunt, en su libro <<A Woman Rides the Beast>>, escribe lo siguiente: <<Los católico - romanos, al igual que los mormones, testigos de Jehová, y otros miembros de variadas sectas, deben aceptar sin reservas y sin posibilidad de cuestionar las enseñanzas de su iglesia, si quieren permanecer en ella. El verdadero Libro (la Biblia) que da vida, luz, y libertad a los individuos y a las naciones, está espiritualmente cerrado para esos fieles a Roma>>. Para el católico - romano, todo ha de pasar por el <<filtro>> de Roma. El hecho constatado es que el fiel a Roma no sigue a Dios a través de Su Palabra, sino a lo que pudiera ser o no ser de Dios a través de una institución eclesiástica que se dice infalible. Es Roma quien le dice al creyente que se supone lo es de Cristo, lo que debe creer. ¡Qué lejos está esto de lo que el propio Jesucristo dijo a los que iban a creer en Él: <<Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres>> (Juan 8: 31, 32).
Es la verdad revelada por el mismo Jesucristo en la Biblia la que nos hace libres, si permanecemos en ella.
Permaneciendo en Su Palabra, entonces somos sus discípulos.
Es bueno aprender de las experiencias de otros; sobretodo de aquellos que han aprendido bien, lecciones de responsabilidad. Juan Sanz es un hombre que un día fue sacerdote católico - romano, y dejó de serlo por darse cuenta de ciertas verdades, ante las cuales era requerible un veredicto. El fue valiente y responsable. Y dice así: <<Es un error poner la Iglesia sobre Cristo, el poner la Iglesia sobre la Escritura, hace que se caiga en el autoritarismo dogmático de la Iglesia, con lo que se tiraniza al pueblo sencillo>>.
 
TENEMOS UN PROBLEMA
Aquí tenemos un problema de base. Si Roma tiene la autoridad final sobre todo, eso significa que de hecho está por encima de la misma Palabra de Dios, la cual, con pretendida infabilidad, se atreve sólo ella a interpretar. Esto es grave, porque estar por encima de la Palabra de Dios es, de hecho, estar por encima del mismo Dios, ¿quién se atrevería a hacer esto?...La misma Palabra de Dios nos enseña que sólo el Espíritu Santo puede darnos la interpretación de la Biblia. Quien interpreta la Palabra de Dios es el mismo que la inspiró, el Espíritu Santo, el cual da luz al que busca la verdad, de verdad. Roma, con esa actitud, se enseñorea de algo que no es suyo, ni de nadie, aquí en la tierra.
La Biblia no es patrimonio exclusivo de ninguna iglesia, es patrimonio de Dios.
 
TRADICIÓN VERSUS REVELACIÓN
Oficialmente la Iglesia de Roma mantuvo siempre su enseñanza tradicional de que la Biblia es la palabra de Dios, y que está inspirada enteramente por Dios. Por otro lado, no obstante, añade que: <<...la Iglesia (de Roma) no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad>> (Vaticano II, Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación, sección 9). Se está refiriendo, además de a la Biblia, a la tradición.
El problema, entonces, es cuando la tradición contradice la Biblia. ¿A qué hace caso entonces Roma, a la Biblia o a la tradición? En cuanto a Roma, la tradición sale ganando muchas veces por encima de la verdad revelada por Dios en Su Palabra. Ya el apóstol San Pablo nos aconseja y advierte: <<Mirad que ninguno se engañe por filosofías y vanas sutilezas según la tradición de los hombres...y no según Cristo>> (Colosenses 2: 8).
 
NO HAY NADA NUEVO BAJO EL SOL
Ya los fariseos del tiempo de Jesús, los religiosos de su época, consideraban la tradición oral de mayor autoridad que la Ley escrita del Antiguo Testamento, y Cristo les reprendió en gran manera (Mc. 7: 1-13), y es que ¡no hay nada nuevo bajo el sol!.
En cuanto a la Iglesia de Roma, uno de tantísimos ejemplos en cuanto a la cuestión de la tradición por encima de la Palabra, sería el dogma de la Inmaculada Concepción de María, el cual veremos más adelante. La Biblia dice que no hay ni un solo justo entre los hombres en su propia justicia, sólo Jesucristo hombre. En cambio Roma eleva a esa misma categoría a María. De ahí que muchos acudan a ella para casi todo, cuando la misma Palabra de Dios nos dirige solamente a orar al Padre en el único nombre dado a los hombres bajo el cielo en que podemos ser salvos: Jesucristo.El gran comentarista bíblico Matthew Henry, dijo una vez: <<Nótese que, de ordinario, quienes más celosos se muestran en que se cumpla lo que ellos imponen, son los que menos se esmeran en el cumplimiento de los preceptos divinos verdaderos>>.
 
Roma no definió dogmáticamente su declarada autoridad sobre la tradición hasta una fecha tan tardía como la de 1546 por el Concilio de Trento, como respuesta a la Reforma. El dogma de la tradición contradice lo establecido por Dios en Su Palabra. La Biblia es Su Palabra. E insistiremos, y volveremos a insistir: No la tradición extra bíblica, no lo dicho por hombres supuestamente santos (la Biblia nos previene contra los falsos profetas y falsos apóstoles que se iban a levantar), ni siquiera la posible revelación de algún ángel del cielo (Gálatas1:8, 9). Nada que sutil o abiertamente contradiga la Escritura. Jesús de Nazaret nos dio una clara y expresiva enseñanza de esto. Cuando Jesús y sus discípulos estaban en tierra de Genesaret, después de sanar a muchos enfermos, los fariseos y los escribas se juntaron allí para verle y observarle, juzgándole. Vieron que los discípulos Suyos comían con las manos sucias y empezaron a condenarlos. Continúa así la Palabra de Dios en el evangelio de Marcos: <<Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen. Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos sino que comen pan con manos inmundas? Respondiendo Él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de Mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres...Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. ¡Desde luego que no hay nada nuevo bajo el sol, todo esto ya ocurría en el tiempo de Jesús!.
 
La tradición es un parche humano que intenta hacer la obra de Dios, acomodándola a la voluntad y deseos de ciertos hombres que se erigen como representantes Suyos, evitando y aun negando la mismísima Palabra de Dios muchas veces. Los fariseos creían que por lavarse las manos antes de comer, iban a impedir ser contaminados, y así se sentían justificados ante Dios y los hombres, simplemente por cumplir un rito religioso más, inventado por ellos mismos. Pero, ¿qué es lo que Jesús les dice a cambio. Veámoslo: <<Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, oiga>> (Marcos 7:14-16).
 
Evidentemente, ni sus propios discípulos tenían <<oídos para oír>> porque al rato vinieron a Él para que les explicara esa parábola. El entonces les dijo: <<...¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? ...lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre>> (Marcos 7: 18-23). Desde la caída de Adán y Eva, el hombre es malo por naturaleza (Gen. 8: 21). Seguir y cumplir una tradición, es decir, cumplir con una determinada religión de mandamientos de hombres, no regenará al hombre. Lo único que puede limpiar y regenerar al hombre es la Palabra de Dios, porque sólo ella tiene el poder de Dios para arrancar del corazón humano toda su maldad. Dice el salmo 119: <<¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar Tu Palabra>> (v.9) Sólo la Palabra de Dios obrando poderosamente en nuestros corazones, puede regenerarlos de veras, por eso el salmista prosigue diciendo: <<Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra Tí>>. (Salmo 119: 10, 11)
 
Roma ha invalidado la Palabra de Dios, elevando como Palabra de Dios sus propios preceptos derivados de una presunta tradición de los llamados <<padres post-apostólicos>>, como los fariseos tenían la suya propia de la <<tradición de los ancianos>>, que tanto les reprochó Jesús.
 
Roma, al igual que aquellos fariseos, dice que la Biblia es la Palabra de Dios, no obstante, al igual que aquellos fariseos, tiene su propia escritura fuera de la Biblia, la tradición y sus dogmas, que es más importante que la propia Biblia. Como les dijo Jesús a los fariseos, también lo dice a Roma: <<estáis invalidando la Palabra de Dios con vuestra tradición>> (Marcos 7: 13). También veremos que, así como Cristo fue crucificado por instigación de los fariseos, así millones de verdaderos cristianos han muerto a lo largo de la historia por su fe, por instigación directa de Roma a través de su <<santa>> Inquisición. ¡No hay nada nuevo bajo el sol!
 
LA BIBLIA SE PROHIBIÓ AL PUEBLO
Pero Roma, aún fue más lejos que aquellos fariseos. Roma llegó a prohibir la Biblia a todos, bajo penas que iban desde la excomunión y la cárcel, hasta la muerte. La institución romana prohibió al pueblo la Biblia a partir del año 1229, bajo el pontificado de Gregorio IX (1227-1241), con la excusa de que el pueblo no podría entenderla convenientemente. Este Gregorio IX fue quien instauró plena y oficialmente la Inquisición, entidad que tantas y tantas muertes causó por todo el mundo. Más tarde, el Concilio de Trento mantuvo la prohibición al pueblo de poseer o leer la Biblia. Quisieron olvidar los Tridentinos que Pedro apóstol escribió dos Epístolas Universales, es decir, a todos y cada uno de los creyentes de todos los tiempos y lugares. El apóstol Juan, escribió también su Epístola Universal a todos los creyentes, así como Santiago. Sirva eso de pequeño ejemplo para entender que Dios se dirige a cada creyente en particular, y lo hace a través de Su Palabra.
 
¿Por qué decidió Roma apartar de sus fieles la Biblia? Porque en ella se ve el desatino de la institución romana. La Biblia expone a la luz, la fraudulencia de toda la enseñanza que nada tiene que ver con la Palabra de Dios; y Roma lo sabe. Roma sabe que si el fiel lee con atención la Biblia, encontrará que una gran parte de los dogmas infalibles de Roma son una pura invención de los papas a lo largo de muchos siglos, ya que, en el mejor de los casos, no tienen ningún apoyo escritural.
 
EL CONSEJO DE LOS CARDENALES AL PAPA JULIO III
El recelo del catolicismo en relación a las verdades de la Sagrada Biblia siempre ha sido un hecho. Si ahora el católico - romano medio tiene más libertad para leer la Biblia, es porque, 1) Roma, dado los tiempos que corren, no puede impedir a sus fieles que la lean, 2) Roma realmente piensa que también dados los tiempos de modernismo y culto a la ciencia humana y al materialismo, pocos fieles van a encontrar en la Biblia una respuesta que les satisfaga. Lo primero es cierto. Lo segundo es equivocado, porque cuando el católico lee la Palabra de Dios con fe, su vida empieza a cambiar, y empieza a experimentar verdadera hambre y sed de Dios que le hace buscar más allá del círculo católico - romano. Esto último lo sabían los cardenales del tiempo de la Contrarreforma.
 
Los más altos responsables del catolicismo romano están perfectamente conscientes de las contradicciones insalvables entre la Sagrada Biblia y el sistema de la Iglesia de Roma. En un discurso proferido por los cardenales de la Curia Romana, al Papa Julio III, en 1550, inmediatamente después de su ascensión al Papado, éstos, conscientes de tales contradicciones, aconsejaron al recién llegado a la <<silla de San Pedro>>. Ese discurso está contenido en un documento histórico, del tiempo de la Reforma, conservado en la Biblioteca Nacional de París, en la hoja B, nº 1.088, vol. II, págs. 641 -650. De ese documento, sacamos los siguientes pasajes, que aclaran bien esas contradicciones. Atención a lo que los cardenales dicen: "De todo el consejo que podemos ofrecer a vuestra Santidad retuvimos lo más necesario hasta el fin. Hay que abrir bien los ojos y usar toda la fuerza posible en la cuestión, a saber, para permitir lo menos posible la lectura del Evangelio especialmente en el vernáculo (lengua nativa), en todos los países bajo la jurisdicción. Baste la pequeña parte del Evangelio leída usualmente en la misa, y no se permita que nadie lea más". ¿Roma espantada de la verdad de la Biblia?. Así es....Más adelante, los cardenales advierten al Papa: "En cuanto el pueblo esté contento con esa pequeña porción, florecerán los intereses de vuestra Santidad, pero cuando el pueblo quiera leer más, sus intereses comenzarán a fallar".
 
Después, los cardenales fueron hasta el punto de definir la Biblia como su verdadero enemigo: "La Biblia es un libro que, más que cualquier otro, ha levantado contra nosotros los alborotos y tempestades, por los cuales casi perecemos". ¡El único interés de Roma es no perecer!. A continuación reconocen que hay conflictos entre la Biblia y lo que se enseña en la Iglesia Católica: "De hecho - escriben los cardenales -, si alguien examina de cerca y compara las enseñanzas de la Biblia, como ocurre en nuestras iglesias, entonces encontrará discordias y comprenderá que nuestra enseñanza es muchas veces diferente a la Biblia y nunca cesará de desafiarnos hasta que todo sea expuesto y entonces nos volveremos objeto de burlas y odios universales".
Finalmente, aconsejan al Papa qué hacer con la Biblia: "Por tanto, es necesario retirar la Biblia de la vista del pueblo, pero con cuidado, a fin de no causar rebelión".
 
Todo esto, - subráyese -, fue dicho por los Cardenales de Roma al Papa Julio III. Parece que la cuestión está pues suficientemente clara: Roma tiene miedo a la Biblia porque la Biblia pone a Roma en evidencia; y esto dicho por la misma Roma. ¿Qué más podemos añadir al respecto?. Por eso queremos animar a todos los católico - romanos a que lean con atención y fe el único libro que define perfectamente el pensamiento, voluntad y carácter del Creador, la Biblia. La Biblia y sólo la Biblia, la Palabra de Dios, y no hay manera de mantenernos fieles al Señor a menos que la conozcamos y la obedezcamos.
¡Dios quiere que Su Palabra sea conocida por todos sus hijos e hijas, sin excepción!
 
Para más tristeza, la traducción latina de la Vulgata fue aceptada como texto infalible de la Biblia en vez del original hebreo y griego, en el año 1559, por el Concilio de Trento. Sin embargo, está comprobado que algunas traducciones dentro de la Vulgata son inexactas e incluso erróneas. En Antioquía, Siria, en el tiempo neotestamentario, los cristianos se ocupaban de proteger las Escrituras, haciendo copias perfectas de los manuscritos originales. Al mismo tiempo, en Alejandría, Egipto, los copistas alteraban las Escritura según les convenía. De esa versión alejandrina proviene la Vulgata latina.

¿SON TODAS LAS BIBLIAS IGUALES?
(Excepto la versión pervertida del <<Nuevo Mundo>> de los <<testigos>> de Jehová).
 
El texto es el mismo, puesto que sólo hay una Biblia. El ser católica o evangélica, depende del traductor que haya preparado la versión. Ahora bien, hay dos diferencias entre las versiones católicas y las versiones evangélicas. La primera diferencia consiste en que la versión evangélica contiene en el Antiguo Testamento el Canon Hebreo, es decir, la lista de los libros admitidos como inspirados por los judíos de Israel, un total de 39. Mientras que las versiones católicas contienen el Canon Alejandrino, o sea la lista de los libros considerados como inspirados por los judíos que residían en Alejandría (Egipto), y que forman un total de 46. Estos siete libros de más, y algunas otras secciones son apócrifos, es decir, no inspirados.
 
Hay que decir que el Canon Hebreo es muy anterior al Canon Alejandrino. Sabemos que Jesús y los apóstoles usaron el Canon Hebreo, es decir, los libros que hoy poseen las Biblias versión evangélica. En tiempos de Jesús, la Septuaginta, que es la versión en griego estaba muy difundida, y Jesús y los apóstoles citan esa versión cuando apelan al Antiguo Testamento. Sin embargo, en ninguna ocasión citan uno de los llamados libros apócrifos. Tampoco fueron aceptados dichos libros por los primeros padres apostólicos. Jerónimo se opuso a ellos a pesar de que los tradujo al latín y los incorporó a la Vulgata aclarando que no formaban parte de la Biblia Hebrea. Más tarde (s.IV), Agustín de Hipona, sin embargo, sí los aceptó, pero otorgándoles un grado menor de autoridad y designándolos con el nombre de Deuterocanónicos, es decir, con un grado de inspiración inferior a los otros libros designados con el nombre de Canónicos. Debido a la influencia de Agustín de Hipona, esos libros fueron aceptándose más y más, hasta que en el Concilio de Trento, en una fecha tan tardía como la del año 1546, fueron reconocidos con el mismo grado de inspiración que los Canónicos, ya que en ellos podía encontrar la Iglesia romana, base para algunas de sus doctrinas, como la de orar por los difuntos. Esta doctrina de orar por los difuntos, como veremos más adelante, es radicalmente contraria al mensaje bíblico.
 
Esos libros apócrifos, que se escribieron, por cierto, en el periodo intertestamentario, es decir, en esos 400 años entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, por lo tanto, fuera del tiempo cuando Dios se reveló, o bien a través de los profetas (Antiguo Testamento), o bien a través de los apóstoles (Nuevo Testamento), son los siguientes:
1. Tobías
2. Judit
3. Sabiduría
4. Eclesiástico
5. Baruc
6. 1ª de Macabeos
7. 2ª de Macabeos;
 
Además de seis capítulos y diez versículos añadidos al libro de Ester y también al de Daniel. Los apócrifos son libros bien intencionados, y algunos poseen valor histórico (ejemplo: 1ª y 2ª Macabeos), pero ni siquiera sus autores pretendían que fueran libros inspirados, con la autoridad del Espíritu Santo, y como tales, ser incluídos en el Canon bíblico, tal y como demuestran las palabras a modo de despedida del autor de 2ª Macabeos 15:37,38: "Y yo termino aquí mi narración. Si está bien escrita y ordenada, esto fue lo que me propuse. Si es mediocre y sin valor, sólo eso fue lo que pude hacer". (2ª Macabeos 15: 37, 38). ¿Cómo podría esto ser Palabra de Dios?.
 
Así pues, el Antiguo Testamento acaba con el profeta Malaquías, y por unos 400 años le sigue el llamado periodo intertestamentario, hasta la aparición de Juan el Bautista, el último profeta veterotestamentario.
La segunda diferencia consiste en que las Biblias llamadas evangélicas contienen simplemente el texto bíblico, mientras que las Biblias católico - romanas contienen, además del texto bíblico, notas aclaratorias al pie de la página, explicando, según la doctrina católico - romana, aquellos pasajes que pudieran ser confusos o que abiertamente contradijesen la enseñanza oficial católico - romana. Por ejemplo, en Exodo 20:4,5, se dice en el texto bíblico: <<No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el Cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás, porque Yo soy Yahwéh tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen>>. Como que el texto apunta a la práctica católico romana de hacer y venerar las imágenes de María y de los santos, al llegar a ese pasaje, algunas versiones católicas ponen una nota aclarando que esa prohibición estaba bien para Israel, que fácilmente podía caer en la idolatría de los pueblos vecinos que adoraban a muchos dioses, pero que tal prohibición no tiene razón de ser hoy en día, porque los católicos saben que sólo hay un Dios, y por lo mismo, las imágenes no son adoradas. Roma se equivoca, por cierto. Sí tiene razón de ser hoy en día. Primero, porque la Palabra de Dios, nunca cambia, y segundo porque, aunque las imágenes no fueran adoradas por los católicos, cosa que estaría por ver en muchos casos, sí son veneradas y honradas contradiciendo abiertamente el mandato bíblico. De esto hablaremos más en el siguiente capítulo.
Atras