- LAS PERSECUCIONES CONTRA LOS CRISTIANOS
- UNA SUPERSTICIÓN NUEVA Y MALEFICA
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- La primera toma de posición del Estado romano contra
los cristianos se remonta al emperador Claudio (41-54 d. de J.
C.). Los historiadores Suetonio y Dión Casio refieren
que Claudio hizo expulsar a los judíos porque estaban
continuamente en litigio entre sí por causa de cierto
Chrestos (Cristo). "Estaríamos ante las primeras
reacciones provocadas por el mensaje cristiano
en la comunidad de Roma", comenta Karl Baus.
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- El historiador Cayo Suetonio Tranquilo (70-140 aproximadamente),
funcionario imperial de alto rango bajo Trajano y Adriano, intelectual
y consejero del emperador, justificará esta y las sucesivas
intervenciones del Estado contra los cristianos definiéndolos
"superstición nueva y maléfica": palabras
muy fuertes. Como superstición el cristianismo es puesto
en conexión con la magia. Para los romanos ella es ese
conjunto de prácticas irracionales que magos y hechiceros
de personalidad siniestra usan para estafar a la gente ignorante,
sin educación filosófica. Magia es lo irracional
contra lo racional, el conocimiento vulgar contra el conocimiento
filosófico. La acusación de magia (como la de locura)
es un arma con la cual el Estado romano tacha y somete a control
nuevos y dudosos componentes de la sociedad como el cristianismo.
Con la palabra maléfica (= portadora de males) se alienta
la sospecha obtusa del vulgo que imagina esta novedad (como toda
novedad) empapada de los delitos más innominables, y por
consiguiente causa de los males que cada tanto se desencadenan
Inexplicablemente, desde la peste al aluvión, desde la
carestía a la invasión de los bárbaros.
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- UN GRUPO PELIGROSO
- El imperio romano es (y se manifestará especialmente
en las persecuciones contra los cristianos) un gran cuerpo abierto,
dispuesto a absorber todo nuevo pueblo que abandone su propia
identidad, pero también una etnia cerrada y sospechosa.
Con la palabra etnia, grupo étnico (del griego éthnos)
indicamos un agregado social que se distingue por una misma lengua
y cultura, sospechoso hacia cualquier otra etnia. Roma, en su
organización social de ciudadanos libres, con todos los
derechos, y esclavos sin derechos, de patricios ricos y plebeyos
miserables, de centro explotador y periferia explotada, está
persuadida de haber realizado el sueño de Alejandro Magno:
hacer la unidad de la humanidad, hacer de todo hombre libre un
ciudadano del mundo, y del imperio una "asamblea universal"
(oikuméne) coincidente con la "civilización
humana".
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- El que quiera vivir fuera de ella, mantener la propia identidad
para no confundirse con ella, se excluye de la civilización
humana. Roma teme grandemente a estos "extraños",
a estos "diversos" que podrían poner en discusión
su seguridad. Y como ha establecido la "concordia universal"
con la feroz eficiencia de sus legiones, entiende mantenerla
a golpes de espada, de crucifixiones, de condenas a los trabajos
forzados, de destierros. En una palabra: Roma usa la "limpieza
étnica" como método para tutelar la propia
tranquila seguridad de ser "el mundo civilizado".
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- NERON Y LOS CRISTIANOS VISTOS POR EL INTELECTUAL TACITO
- En el año 64 un incendio devastó 10 de los
14 barrios de Roma. El emperador Nerón, acusado por el
pueblo de ser el autor del mismo, echó la culpa a los
cristianos. Empieza la primera, gran persecución que durará
hasta el 68 y verá perecer entre otros a los apóstoles
Pedro y Pablo.
El gran historiador Tácito Cornelio (54-120), senador
y cónsul, describirá este acontecimiento escribiendo
en tiempo de Trajano sus Annales. El acusa a Nerón de
haber injustamente culpado a los cristianos, pero se declara
convencido de que estos merecen las penas más severas,
porque su superstición los impulsa a cometer acciones
nefandas. No comparte, pues, ni siquiera la compasión
que muchos experimentaron al verlos torturados. He aquí
la célebre página de Tácito. "Para
cortar por lo sano los rumores públicos, Nerón
inventó los culpables, y sometió a refinadísimas
penas a los que el pueblo llamaba cristianos y que eran mal vistos
por sus infamias. Su nombre venía de Cristo, quien bajo
el reinado de Tiberio había sido condenado al suplicio
por orden del procurador Poncio Pilato. Momentáneamente
adormecida, esta maléfica superstición irrumpió
de nuevo no solo en Judea, lugar de origen de ese azote, sino
también en Roma, adonde todo lo que es vergonzoso y abominable
viene a confluir y encuentra su consagración.
-
- Primeramente fueron arrestados los que hacían abierta
confesión de tal creencia. Después, tras denuncia
de estos, fue arrestada una gran muchedumbre, no tanto porque
acusados de haber provocado el incendio, sino porque se los consideraba
encendidos en odio contra el género humano.
-
- Aquellos que iban a morir eran también expuestos a
las burlas: cubiertos de pieles de fieras, morían desgarrados
por los perros, o bien eran crucificados, o quemados vivos a
manera de antorchas que servían para iluminar las tinieblas
cuando se había puesto el sol. Nerón había
ofrecido sus jardines para gozar de tal espectáculo, mientras
él anunciaba los juegos del circo y en atuendo de cochero
se mezclaba con el pueblo, o estaba erguido sobre la carroza.
Por esto, aunque esos suplicios afectaban gente culpable y que
merecía semejantes tormentos originales, nacía
sin embargo hacia ellos un sentimiento de compasión, porque
eran sacrificados no a la común ventaja sino a la crueldad
del príncipe" (15, 44).
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- Los cristianos eran, pues, considerados también por
Tácito como gente despreciable, capaz de crímenes
horrendos. Los crímenes más infames atribuidos
a los cristianos eran el infanticidio ritual (¡como si
en la renovación de la Cena del Señor, en la que
se alimentaban de la Eucaristía, mataran a un niño
y se lo comieran!) y el incesto (clara tergiversación
del abrazo de paz que se hacía en la celebración
de la Eucaristía "entre hermanos y hermanas").
Estas acusaciones, nacidas del chismorreo de la gentuza, fueron
así sancionadas por la autoridad del emperador, persiguiendo
a los cristianos y condenándolos a muerte.
-
- Desde ese momento (nos lo atestigua Tácito) se añadió
a la imputación contra los cristianos también un
nuevo crimen: el odio contra el género humano. Plinio
el joven, irónicamente, escribirá que con una acusación
semejante se habría podido en lo sucesivo condenar a muerte
a cualquiera.
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- ACUSADOS DE ATEISMO
- Muy escasas son las noticias de la persecución que
afectó a los cristianos en el año 89, bajo el emperador
Domiciano. De particular importancia es la noticia referida por
el historiador griego Dión Casio, que en Roma fue pretor
y cónsul. En el libro 67 de su Historia Romana afirma
que bajo Domiciano fueron acusados y condenados "por ateísmo"
(ateótes) el cónsul Flavio Clemente y su mujer
Domitila, y con ellos muchos otros que "habían adoptado
los usos judaicos". La acusación de ateísmo,
en este siglo, es dirigida contra quien no considera divinidad
suprema la majestad imperial. Domiciano, durísimo restaurador
de la autoridad central, pretende el culto máximo a su
persona, centro y garantía de la "civilización
humana".
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- Es notable que un intelectual como Dión Casio llame
"ateísmo" el rechazo del culto al emperador.
Significa que en Roma no se admite ninguna idea de Dios que no
coincida con la majestad imperial.
Quien tiene una idea diversa es eliminado como gravemente peligroso
para la "civilización humana".
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- En el 111 Plinio el joven, gobernador de la Bitinia a orillas
del Mar Negro, estaba regresando de una inspección de
su populosa y rica provincia cuando un incendio devastó
la capital, Nicomedia.
Mucho se habría podido salvar si hubiera habido bomberos.
Plinio da parte al emperador Trajano (98-117): "Te toca
a ti, señor, valuar si es necesario crear una asociación
de bomberos de 150 hombres. De mi parte, cuidaré de que
tal asociación no incorpore sino bomberos..." Trajano
le responde rechazando la iniciativa: "No te olvides que
tu provincia es presa de sociedades de este género. Cualquiera
sea su nombre, cualquiera sea la finalidad que nosotros queramos
dar a hombres reunidos en un solo cuerpo, esto da lugar, en cada
caso y rápidamente, a eterías". El temor a
las eterías (nombre griego de las "asociaciones")
prevaleció así sobre el temor a los incendios.
-
- El fenómeno era antiguo. Las asociaciones de cualquier
tipo que se transformaban en grupos políticos habían
inducido a César a prohibir todas las asociaciones en
el año 7 a. de J. C.: "Quienquiera establezca una
asociación sin autorización especial, es pasible
de las mismas penas de aquellos que atacan a mano armada los
lugares públicos y los templos". La ley estaba siempre
en vigor, pero las asociaciones seguían floreciendo: desde
los barqueros del Sena a los médicos de Avenches, desde
los comerciantes de vino de Lión a los trompetistas de
Lamesi. Todas defendían los intereses de sus afiliados
ejerciendo presiones sobre los poderes públicos. Plinio
no tardó en aplicar la prohibición de las eterías
a un caso particular que se le presentó en el otoño
del 112. Bitinia estaba llena de cristianos. "Es una muchedumbre
de todas las edades, de todas las condiciones, esparcida en las
ciudades, en la aldeas y en el campo", escribe al emperador.
-
- Continúa diciendo haber recibido denuncias por parte
de los fabricantes de amuletos religiosos, estorbados por los
Cristianos que predicaban la inutilidad de semejantes baratijas.
Había instituido una especie de proceso para conocer bien
los hechos, y había descubierto que ellos tenían
"la costumbre de reunirse en un día fijado, antes
de la salida del sol, de cantar un himno a Cristo como a un dios,
de comprometerse con juramento a no perpetrar crímenes,
a no cometer ni latrocinios ni pillajes ni adulterios, a no faltar
a la palabra dada. Ellos tienen también la costumbre de
reunirse para tomar su comida que, no obstante las habladurías,
es comida ordinaria e innocua". Los cristianos no habían
dejado estas reuniones ni siquiera después del edicto
del gobernador que recalcaba la interdicción de las eterías.
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- Prosiguiendo la carta (10, 96), Plinio refiere al emperador
que en todo esto no ve nada malo.
Pero la repulsa a ofrecer incienso y vino delante de las estatuas
del emperador le parece un acto de escarnio sacrílego.
La obstinación de estos cristianos le parece "irrazonable
y necia".
De la carta de Plinio aparece claro que han cesado las acusaciones
absurdas de infanticidio ritual y de incesto. Quedan las de "rehusarse
a rendir culto al emperador" (por lo tanto, de lesa majestad),
y de constituir una etería. El emperador responde: "Los
cristianos no han de ser perseguidos oficialmente. Si, en cambio,
son denunciados y reconocidos culpables, hay que condenarlos".
Con otras palabras: Trajano anima a cerrar un ojo sobre ellos:
son una etería
innocua como los barqueros del Sena y los vendedores de vino
de Lión. Pero ya que están practicando una "superstición
irrazonable, tonta y fanática" (según la juzga
Plinio y otros intelectuales del tiempo como Epicteto), y ya
que continúan rehusando el culto al emperador (y por consiguiente
se consideran "ajenos" a la vida civil), no se puede
pasar todo por alto. Si son denunciados, se los ha de condenar.
Continúa luego (si bien en forma menos rígida)
el "No es lícito ser cristianos". Víctimas
de este período son por cierto el obispo de Jerusalén
Simeón, crucificado a la edad de 120 años, e Ignacio
obispo de Antioquía, llevado a Roma como ciudadano romano,
y allí ajusticiado. La misma política hacia los
cristianos es la empleada por los emperadores Adriano (117-138)
y Antonino Pío (138-161).
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- MARCO AURELIO: EL CRISTIANISMO ES UNA LOCURA
- Marco Aurelio (161-180), emperador filósofo, pasó
17 de sus 19 años de imperio guerreando. En las Memorias
en que cada noche , bajo la tienda militar, anotaba algunos pensamientos
"para sí mismo", se encuentra un gran desprecio
hacia el cristianismo. Lo consideraba una locura, porque proponía
a la gente común, ignorante, una manera de comportarse
(fraternidad universal, perdón, sacrificarse por los otros
sin esperar recompensa) que solo los filósofos como él
podían comprender y practicar después de largas
meditaciones y disciplinas. En un rescrito del 176-177 prohibió
que sectarios fanáticos, con la introducción de
cultos hasta entonces desconocidos, pusieran en peligro la religión
del Estado. La situación de los cristianos, siempre desagradable,
bajo él se tornó más áspera.
-
- Las florecientes comunidades del Asia Menor fundadas por
el apóstol Pablo fueron sometidas día y noche a
robos y saqueos por parte del populacho. En Roma el filósofo
Justino y un grupo de intelectuales cristianos fueron condenados
a muerte. La floreciente cristiandad de Lión fue aniquilada
a raíz de la acusación de ateísmo e inmoralidad.
(Perecieron entre torturas refinadas también la muy joven
Blandina y el quinceañero Póntico). Las relaciones
que nos han llegado dan a entender que la opinión pública
había ido exacerbándose con respecto a los cristianos.
Grandes calamidades públicas (de las guerras a la peste)
habían suscitado la convicción de que los dioses
estuvieran enojados contra Roma. Cuando se constató que
en las celebraciones expiatorias ordenadas por el emperador,
los cristianos estaban ausentes, el furor popular buscó
pretextos
para arremeter contra ellos. Esta situación siguió
también en los primeros años del emperador Cómodo,
hijo de Marco Aurelio.
-
- LA OFENSIVA DE LOS INTELECTUALES CONTRA LOS CRISTIANOS
- Bajo el reinado de Marco Aurelio, la ofensiva de los intelectuales
de Roma contra los cristianos alcanzó el culmen. "A
menudo y erróneamente -escribe Fabio Ruggiero- se cree
que el mundo antiguo combatió la nueva religión
con las armas del derecho y de la política. En una palabra,
con las persecuciones. Si esto puede ser verdadero (y, de todos
modos, solo en parte) para el primer siglo de la era cristiana,
ya no lo es más a partir de mediados del segundo siglo.
Tanto el mundo gentil (= pagano) como la Iglesia comprenden,
más o menos en la misma época, la necesidad de
combatirse y de dialogar en el terreno de la argumentación
filosófica y teológica. La cultura antigua, entrenada
desde siglos a todas las sutilezas de la dialéctica, puede
oponer armas intelectuales refinadísimas al conjunto doctrinal
cristiano, y muy pronto la misma Iglesia, dándose cuenta
de la fuerza que el pensamiento clásico ejerce en frenar
la expansión del evangelio, comprende la necesidad de
elaborar un pensamiento filosófico-teológico genuinamente
cristiano, pero capaz al mismo tiempo de expresarse en un lenguaje
y en categorías culturales inteligibles por parte del
mundo grecorromano, en el cual viene a insertarse cada vez más".
-
- LAS ARGUMENTACIONES DE LOS INTELECTUALES ANTICRISTIANOS
- Las argumentaciones de Marco Aurelio (121-180), Galeno (129-200),
Luciano, Peregrino Proteo y especialmente de Celso (los tres
últimos escriben sus obras en la segunda mitad del siglo
segundo) se pueden condensar así: " 'Ser salvado'
de la falta de sentido de la vida, del desorden de las vicisitudes,
de la nada de la muerte, del dolor, se puede dar tan solo en
una 'sabiduría filosófica' por parte de una élite
de raros intelectuales. El hecho de que los cristianos pongan
esta 'salvación' en la 'fe' en un hombre crucificado (como
los esclavos) en Palestina (una provincia marginal) y proclamado
resucitado, es una locura. El hecho de que los cristianos crean
en el mensaje de este crucificado, dirigido preferentemente a
los marginados y a los pobres (al 'polvo humano') y que predica
la fraternidad universal (en una sociedad bien escalonada en
forma de pirámide y considerada 'orden natural') es otra
locura intolerable que causa fastidio , que lo trastorna todo.
A los cristianos hay que eliminarlos como destructores de la
civilización humana".
-
- La crítica de los intelectuales anticristianos se
centra en la idea misma de "revelación de lo alto",
que no está basada sobre la "sabiduría filosófica";
en las Escrituras cristianas, que tienen contradicciones históricas,
textuales, lógicas; en los dogmas "irracionales";
en el asunto del Logos de Dios que se hace carne (Evangelio de
Juan) y se somete a la muerte de los esclavos;
en la moral cristiana (fidelidad en el matrimonio, honestidad,
respeto de los demás, mutuo socorro) que puede ser alcanzada
por un pequeño grupo de filósofos, no ciertamente
por una masa intelectualmente pobre.
-
- Toda la doctrina cristiana, para estos intelectuales, es
locura, como locura es la pretensión de la resurrección
(es decir, del predominio de la vida sobre la muerte), la preferencia
dada por Dios a los humildes, la fraternidad universal. Todo
esto es irracional.
El filósofo griego Celso, en su Discurso verdadero, escribe:
"Recogiendo a gente ignorante, que pertenece a la población
más vil, los cristianos desprecian los honores y la púrpura,
y llegan hasta llamarse indistintamente hermanos y hermanas...
El objeto de su veneración es un hombre castigado con
el último de los suplicios, y del leño funesto
de la cruz ellos hacen un altar, como conviene a depravados y
criminales".
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- LAS PRIMERAS TRANQUILAS REACCIONES DE LOS CRISTIANOS
- Durante decenios los cristianos permanecen callados. Se expanden
con la fuerza silenciosa de la prohibición. Oponen amor
y martirio a las acusaciones más infamantes. Es en el
siglo segundo cuando sus primeros apologistas (Justino, Atenágoras,
Taciano) niegan con la evidencia de los hechos las acusaciones
más infamantes, y tratan de expresar su fe (nacida en
tierra semítica y confiada a "narraciones")
en términos culturalmente aceptables por un mundo empapado
de filosofía grecorromana. Los "ladrillos" bien
alineados del mensaje de Jesucristo empiezan a ser organizados
conforme a una estructura Arquitectónica que pueda ser
estimada por los griegos y romanos. Serán Tertuliano en
Occidente y Orígenes en Oriente (en el tercer siglo) quienes
den una forma sistemática e imponente a toda la "sabiduría
cristiana". Con los "ladrillos" del mensaje de
Jesucristo se intentará delinear la armonía de
la basílica romana; como después, con el pasar
de los siglos, se intentará delinear la audacia de la
catedral gótica, la sólida serenidad de la catedral
románica, la fastuosidad de la iglesia barroca...
-
- LA GRAVE CRISIS DEL TERCER SIGLO (200-300)
- El siglo tercero ve a Roma en una gravísima crisis.
Las relaciones entre cristianos e imperio romano se invierten
(aun cuando no todos lo perciben).
La gran crisis es así descrita por el historiador griego
Herodiano: "En los 200 años anteriores, no hubo nunca
un sucederse tan frecuente de soberanos, ni tantas guerras civiles
y guerras contra los pueblos limítrofes, ni tantos movimientos
de pueblos. Hubo una cantidad incalculable de asaltos a ciudades
en el interior del imperio y en muchos países bárbaros,
de terremotos y
pestilencias, de reyes y usurpadores. Algunos de ellos ejercieron
el mando largo tiempo, otros tuvieron el poder por muy tiempo.
Alguno, proclamado emperador y honrado como tal, duró
un solo día y en seguida terminó".
-
- El imperio romano se había progresivamente extendido
con la conquista de nuevas provincias. Esta continua conquista
había permitido la explotación de siempre nuevas
tierras (Egipto era el granero de Roma, España y la Galia
su viñedo y olivar). Roma se había adueñado
de siempre nuevas minas (Dacia había sido conquistada
por sus minas de oro). Las guerras de conquista habían
procurado turbas inmensas de esclavos (los prisioneros de guerra),
mano de obra gratuita. Hacia mediados del tercer siglo (alrededor
del 250) se advirtió que la fiesta se había acabado.
Al este se había formado el fuerte imperio de los sasánidas,
que acarreó durísimos ataques a los romanos. En
el 260 fue capturado el emperador Valeriano con todo el ejército
de 70 mil hombres, y las provincias del este fueron devastadas.
La peste asoló a las legiones sobrevivientes y se propagó
pavorosamente a lo largo del imperio. Al norte se había
formado otro conglomerado de pueblos fuertes: los godos. Inundaron
a Mesia y Dacia. El emperador Decio y su ejército en el
251 fueron masacrados. Los godos bajaron devastando, desde el
norte hasta Esparta, Atenas, Ravena. Los cúmulos de escombros
que dejaban eran terribles. Perdieron la vida o fueron hechas
esclavas la mayoría de las personas cultas, que no pudieron
ser sustituidas. La vida regresó a un estado primitivo
y selvático. La agricultura y el comercio fueron aniquilados.
En este tiempo de grave incertidumbre las seguridades garantizadas
por el Estado se vienen abajo. Ahora son los gentiles (= paganos)
quienes se vuelven "irracionales", y confían
no ya en el orden imperial, sino en la
protección de las divinidades más misteriosas y
raras. Sobre el Quirinal se levanta un templo a la diosa egipcia
Isis, el emperador Heliogábalo impone la adoración
del dios Sol, la gente recurre a ritos mágicos para tener
lejos la peste. Y sin embargo también en el siglo tercero
hay años de terrible persecución contra los cristianos.
No ya en nombre de su "irracionalidad" (en un mar de
gente que se entrega a ritos mágicos, el cristianismo
es ahora el único sistema racional), sino en nombre de
la renacida limpieza étnica. Muchos emperadores (por más
que sean bárbaros de nacimiento) ven en el retorno a la
unidad centralizada el único camino de salvación.
Y decretan la extinción de los cristianos cada vez más
numerosos para arrojar fuera de la etnia romana este "cuerpo
extraño" que se presenta cada vez más como
una etnia nueva, pronta a sustituir la ya declinante del imperio
fundado sobre las armas, la rapiña, la violencia.
-
- SEPTIMIO SEVERO, MAXIMINO EL TRACIO, DECIO Y TREBONIANO GALLO
- Con Septimio Severo (193-211), fundador de la dinastía
siria, parece prenunciarse para el cristianismo una fase de desarrollo
sin estorbos. Cristianos ocupan en la corte cargos influyentes.
Sólo en su décimo año de reinado (202) el
emperador cambia radicalmente de actitud. En el 202 aparece un
edicto de Septimio Severo, que conmina graves penas para quien
se pase al
judaísmo y a la religión cristiana. El cambio repentino
del emperador, solamente se puede comprender pensando que él
se dio cuenta de que los cristianos se unían cada vez
más estrechamente en una sociedad religiosa universal
y organizada, dotada de una fuerte capacidad íntima de
oposición que a él, por consideraciones de política
estatal, le parecía sospechosa.
-
- Las devastaciones más llamativas las sufrieron la
célebre Escuela de Alejandría y las comunidades
cristianas de Africa. Maximino el Tracio (235-238) tuvo una reacción
violenta y cerril contra quien había sido amigo de su
predecesor, Alejandro Severo, tolerante hacia los cristianos.
Fue devastada la Iglesia de Roma con la deportación a
las minas de Cerdeña de los dos jefes de la comunidad
cristiana, el obispo Ponciano y el presbítero Hipólito.
Que la actitud hacia los cristianos no ha cambiado en el vulgo,
nos lo manifiesta una verdadera caza a los cristianos que se
desencadenó en Capadocia cuando se creyó ver en
ellos a los culpables de un terremoto. La revuelta popular nos
revela hasta qué punto los cristianos eran todavía
considerados "extraños y maléficos" por
la gente. (Cf K. Baus, Le origini, p. 282-287).
-
- Bajo el emperador Decio (249-251) se desencadena la primera
persecución sistemática contra la Iglesia, con
la intención de desarraigarla definitivamente. Decio (que
sucede a Filipo el Arabe, muy favorable a los cristianos si no
cristiano él mismo) es un senador originario de Panonia,
y
está muy apegado a las tradiciones romanas. Sintiendo
profundamente la disgregación política y económica
del imperio, cree poder restaurar su unidad juntando todas las
energías alrededor de los dioses protectores del Estado.
Todos los habitantes están obligados a sacrificar a los
dioses y reciben, después, certificados. Las comunidades
cristianas se ven desconcertadas por la tempestad. Aquellos que
rehúsan el acto de sumisión son arrestados, torturados,
ejecutados: así en Roma el obispo Fabián, y con
él muchos sacerdotes y laicos. En Alejandría hubo
una persecución acompañada de saqueos. En Asia
los mártires fueron numerosos: los obispos de Pérgamo,
Antioquía, Jerusalén. El gran estudioso Orígenes
fue sometido a una tortura deshumana, y sobrevivió cuatro
años (reducido a una larva humana) a los suplicios.
-
- No todos los cristianos soportan la persecución. Muchos
aceptan sacrificar. Otros, mediante propinas, obtienen a escondidas
los famosos certificados. Entre ellos, según la carta
67 de Cipriano, hay a lo menos dos obispos españoles.
La persecución, que parece herir mortalmente a la Iglesia,
termina con la muerte de Decio en combate contra los godos en
la llanura de Dobrugia (Rumania). (Cf M. Clèvenot, I Cristiani
e il potere, p. 179 s.). Los siete años sucesivos (250-257)
son años de tranquilidad para la Iglesia, turbada solamente
en Roma por una breve oleada de persecución cuando el
emperador Treboniano Gallo (251-253) hace arrestar al jefe de
la comunidad cristiana Cornelio y lo destierra a Centum Cellae
(Civitavecchia). La conducta de Galo se debió probablemente
a condescendencia para con los humores del pueblo, que atribuía
a los cristianos la culpa de la peste que asolaba al imperio.
El cristianismo era todavía visto como "superstición"
extraña y maléfica (Cf K. Baus, Le origini, p.
292).
-
- VALERIANO Y LAS FINANZAS DEL IMPERIO
- En el cuarto año del reinado de Valeriano (257) se
originó una improvisa, dura y cruenta persecución
de los cristianos. No se trató, sin embargo, de un asunto
de religión, sino de dinero. Ante la precaria situación
del imperio, el consejero imperial (más tarde, usurpador)
Macriano indujo a Valeriano a intentar taponarla secuestrando
los bienes de los cristianos acaudalados. Hubo mártires
ilustres. Pero fue tan solo un robo encubierto por motivos ideológicos,
que terminó con el trágico fin de Valeriano. En
el 259 cayó éste prisionero de los persas con todo
su ejército y fue obligado a una vida de esclavo, que
lo llevó a la muerte.
Los cuarenta años de paz que siguieron, favorecieron el
desarrollo interno y externo de la Iglesia. Varios cristianos
subieron a altos cargos del Estado y se mostraron hombres capaces
y honestos.
-
- En el 271 el emperador Aureliano ordenó a los soldados
y a los ciudadanos romanos abandonar a los godos la vasta provincia
de Dacia y sus minas de oro: la defensa de esas tierras costaba
ya demasiada sangre. Puesto que no había más provincias
para conquistar y explotar, toda la atención se dirigió
al ciudadano común. Sobre él se abatieron impuestos,
obligaciones, prestaciones (manutención de acueductos,
canales, cloacas, caminos, edificios públicos...) cada
vez más onerosos. Literalmente ya no se sabía si
se trabajaba para sobrevivir o para pagar los impuestos. En el
año 284, después de una brillante carrera militar,
fue aclamado emperador Diocleciano, de origen dálmata.
Debido al desastre de las provincias, en lo sucesivo los impuestos
serían pagados per cápita y por yugada, es decir,
un tanto por cada persona y por cada pedazo de terreno cultivable.
El cobro fue confiado a una burocracia enorme que no se dejaba
escapar nada haciendo imposible evadir el fisco, que castigaba
de manera deshumana a quien lo hacía y que costaba muchísimo
al Estado.
Los impuestos eran tan pesados que quitaban la gana de trabajar.
Remedio: Se prohibió abandonar el puesto de trabajo, el
pedazo de tierra que se cultivaba, el taller, el uniforme militar.
"Tuvo así inicio -escribe F. Oertel, profesor de
historia antigua en la Universidad de Bonn- la feroz tentativa
del Estado de exprimir la población hasta la última
gota... Bajo Diocleciano se realizó un integral socialismo
de Estado: terrorismo de funcionarios, fortísima limitación
a la acción individual, progresiva interferencia estatal,
gravosa tasación".
-
- PERSECUCIÓN DE GALERIO EN NOMBRE DE DIOCLECIANO
- Los primeros veinte años del reinado de Diocleciano
no molestaron a los cristianos. En el 303, como un lance imprevisto,
se disparó la última gran persecución contra
los cristianos. "Es obra de Galerio, el 'César' de
Diocleciano -escribe F. Ruggiero-. El puso término en
el 303 a la
política prudente de Diocleciano, quien se había
abstenido, no obstante abrigara sentimientos tradicionalistas,
de actos intransigentes e intolerantes". Cuatro edictos
consecutivos (febrero del 303- febrero del 304) impusieron a
los cristianos la destrucción de las iglesias, la confiscación
de los bienes, la entrega de los libros sagrados, la tortura
hasta la muerte para quien no sacrificara al emperador. Como
siempre, es difícil determinar qué motivos pudieron
inducir a Diocleciano a aprobar una política del género.
Se puede suponer que haya sido objeto de presiones por parte
de los ambientes paganos fanáticos que estaban detrás
de Galerio. En una situación de "angustia difusa"
(como la llama Dodds), solo el retorno a la antigua fe de Roma
podía, a juicio de Galerio y sus amigos, reanimar al pueblo
y persuadirlo a afrontar tantos
sacrificios. Hacía falta un retorno a vetera instituta,
es decir, a las antiguas leyes y a la tradicional disciplina
romana. La persecución alcanzó su máxima
intensidad en Oriente, especialmente en Siria, Egipto y Asia
Menor. A Diocleciano, que abdicó en el 305, le sucedió
como "Augusto" Galerio, y como "César"
Maximino Daya, quien se demostró más fanático
que él. Solo en
el 311, seis días antes de morir por un cáncer
en la garganta, Galerio emanó un airado decreto con que
detenía la persecución. Con ese decreto (que históricamente
marcó la definitiva libertad de ser cristianos), Galerio
deploraba la obstinación, la locura de los cristianos
que en gran número se habían rehusado a volver
a la religión de la antigua Roma; declaraba que perseguir
a los cristianos ya era inútil; y los exhortaba a rezar
a su Dios por la salud del emperador.
Comentando ese decreto, F. Ruggiero escribe: "Los cristianos
habían sido un enemigo extremadamente anómalo.
Por más de dos siglos Roma había tratado de reabsorberlos
en su propio tejido social... Físicamente dentro de la
civitas Romana, pero en muchos aspectos ajenos a ella",
habían al final determinado "una radical transformación
de la civitas misma en sentido cristiano".
-
- LA REVOLUCIÓN PROFUNDA
- Las últimas persecuciones sistemáticas del
tercero y cuarto siglo habían resultado ineficaces como
las esporádicas del primero y segundo siglo. La limpieza
étnica invocada y sostenida por los intelectuales grecorromanos
no se había llevado a cabo. ¿Por qué? Porque
las acusaciones indignadas de Celso ("juntando gente ignorante,
que pertenece a la población más vil, los
cristianos desprecian los honores y la púrpura, y llegan
hasta llamarse indistintamente hermanos y hermanas") habían
resultado a la larga el mejor elogio de los cristianos. El llamamiento
a la dignidad de cada persona, aun la más humilde, y a
la igualdad frente a Dios (la punta más revolucionaria
del mensaje cristiano) había hecho silenciosamente su
camino en la conciencia de
tantas personas y de tantos pueblos, a quienes los romanos habían
relegado a una posición miserable de esclavos por nacimiento
y de basura humana.
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